POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 119

Cuba, la última reverencia innecesaria

Domingo del Pino
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Tras la retirada ‘técnica’ de Fidel, han surgido diversos escenarios poscastristas, ninguno de los cuales se presenta violento o rupturista. El pluralismo alrededor de grupos de oposición internos y externos será clave para la transformación de una sociedad encuadrada en el régimen.

No vivimos, esperamos vivir”, solía decir Blaise Pascal. En Cuba cualquiera entiende qué quería expresar con ello el filósofo francés. A sólo 90 millas de las costas de Florida, la revolución cubana, último rescoldo activo de lo que fuera el bloque comunista occidental, se esfuerza desde hace 48 años por sobrevivir a sus dos enemigos principales: Estados Unidos, el imperio más poderoso de todos los tiempos, que mantiene a la isla sometida a un estricto bloqueo; y a la vieja guardia del régimen, que encabezan los hermanos Fidel y Raúl Castro, quienes han recluido a los cubanos en un purgatorio de retóricas gastadas, dogmas en desuso y represiones de otros tiempos.

Las dificultades permanentes de ambos hermanos para proporcionar a los cubanos, más allá de los datos macroeconómicos, un nivel de vida y de consumo, de opciones laborales, políticas, culturales y sociales, y de libertades, entretienen desde hace casi medio siglo ese “esperar vivir” de que hablaba Pascal. Mientras Fidel Castro se protege detrás del soberbio convencimiento de tener razón contra todos, los cubanos sobreviven con la esperanza de que ningún tiempo futuro puede ser peor.

A los daños visibles causados al pueblo cubano por los dos líderes, se sumaron, desde 1990, las consecuencias del hundimiento del bloque comunista, en cuya división internacional del trabajo se había inscrito Cuba desde su adhesión al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) en 1972. Como resultado, el PIB cayó bruscamente un 35 por cien y las importaciones se redujeron un 75 por cien. La libreta de racionamiento, instaurada en 1962 y…

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