POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 122

Déspotas disfrazados de demócratas

Kenneth Roth
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De Uzbekistán a Egipto, la búsqueda de credenciales democráticas ha llevado a procesos electorales manipulados. La incoherente promoción de la democracia por parte de EE UU y la UE ha disociado la convocatoria de elecciones del respeto por los derechos humanos y las libertades.

Rara vez la democracia ha sido tan aclamada y al mismo tiempo tan vulnerada, tan promovida y a la vez tan incumplida, tan importante y tan decepcionante. Muy pocos gobiernos quieren ser considerados no democráticos. Estos días, hasta los dictadores manifiestos aspiran al estatus que confiere el sello de la democracia.

¿Por qué motivo un líder tan despiadado como el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, iba a convocar elecciones? Karimov dirige un gobierno que ha encarcelado a 7.000 personas por razones políticas y religiosas, tortura a los detenidos y hace dos años masacró a cientos de manifestantes en Andiyán. Sin oposición real en las elecciones de diciembre de 2007, nadie se atreve a cuestionar su régimen. Ni siquiera se ha interpuesto en su camino una prohibición constitucional de un tercer mandato presidencial de siete años. Sin embargo, este brutal presidente encuentra utilidad en la celebración de farsas electorales para legitimarse. Lo mismo ocurre, entre otros, con Robert Mugabe en Zimbabue, Pervez Musharraf en Pakistán, Hosni Mubarak en Egipto, Meles Zenawi en Etiopía o Vladimir Putin en Rusia.

Hasta China ha entrado en el juego. En un discurso en octubre de 2007 en el XVII Congreso del Partido Comunista, el presidente Hu Jintao usó más de 60 veces la palabra “democracia”, al pedir unas prácticas más democráticas dentro del partido. Sin embargo, los partidos políticos independientes están prohibidos, se bloquean las iniciativas legales en defensa de derechos .fundamentales y se han suspendido las actividades de incontables organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y sitios…

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