POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 136

Acabó el semestre. España, de notable-sobresaliente

Editorial
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Una presidencia de solo seis meses, al frente de una de las máquinas más complejas del mundo, la Unión Europea, es difícil de manejar. La inviable idea de las presidencias semestrales data de hace casi 60 años.

De enero a junio de 2010, la presidencia española ha alcanzado algunos objetivos y ha perdido otros. Desde el puesto de observación de esta revista creemos que se han alcanzado objetivos mayores y no se han logrado algunos, pocos, menores.

El Tratado de Lisboa ha empezado a plasmarse en realidades concretas, precisas. Creemos que, más bien que mal, Europa avanza por fin hacia un principio de unión política.

Se han dado dos duros reveses: Barack Obama, decidió, cuando la presidencia cruzaba su ecuador, no asistir a la cumbre programada entre norteamericanos y europeos. Poco después, la UE recibió un segundo golpe, el aplazamiento de la cumbre de la Unión por el Mediterráneo. Hubiera sido necesario y urgente reanudar la relación con Turquía, Siria, Arabia Saudí, Egipto, Libia, Argelia y Marruecos. Pero sobre todo Turquía. No se ha anunciado una nueva fecha.

Pero se han dado grandes pasos. Desde la primera presidencia de España, 1989, año significativo, ha habido notables progresos: en 1995, un decisivo avance hacia la reunificación de Europa; también en aquella segunda presidencia avanzó la agenda transatlántica y se consolidó el Proceso de Barcelona. En la tercera presidencia, 2002, se puso en marcha la convención que redactaría el texto constitucional presidido por Valéry Giscard d?Estaing. Partes menores de su articulado se perdieron. Pero la parte sustancial sobrevivió y está presente hoy en el Tratado de Lisboa, aprobado a finales de 2009. Algunas normas son decisivas, como esta, de solo cinco palabras: la Unión tiene personalidad jurídica.

Lisboa consagra los objetivos de la Unión: promover la paz, sus valores y el bienestar…

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