POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 126

El ‘crash’ de 2008

Editorial
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En el hundimiento del Titanic, caída de las bolsas en versión 2008, latía la crisis de las subprime, amenazante desde agosto de 2007. Detrás se veía la imagen de Alan Greenspan, antiguo responsable de la Reserva Federal americana (Fed). Greenspan había sido el defensor del dinero ultrabarato y el padre de los derivatives, operaciones bursátiles que titulizaban enormes paquetes de deuda para hacerlos anónimos y distribuirlos en el entramado financiero global.

“No se puede perder el respeto al dinero. Los vendedores de hipotecas han conseguido que el dinero no se valore en Estados Unidos… Pagaremos ese error durante largos años, a muy alto precio”. Esto decía un empresario, fabricante en California de tarjetas electrónicas. Su compañía daba trabajo a más de 3.000 especialistas: una empresa más entre millares de compañías medias en EE UU. Como incontables emprendedores americanos, éste había trabajado durante 30 años con honradez y formidable tenacidad. Había demostrado lo que tantos emprendedores americanos tienen, capacidad de innovar, disciplina para aplicar las reglas del juego y, sobre todo, deseo de triunfar en un mundo regulado. Hoy, al cabo de 30 años, debe despedir a un tercio de su plantilla y no sabe si acabará despidiéndose a sí mismo.

Una parte de la prosperidad occidental era falsa. Pero otra no. El tejido industrial de EE UU y Europa era, desde hace dos siglos, una flexible y poderosísima red, que ahora amenaza con desmontarse. De esa amenaza es en parte responsable la política de Greenspan: dinero barato, crédito burlado, burbujas financieras fuera de control, datos falsos en los documentos hipotecarios. Todo esto tiene en su origen la greed, la lujuria financiera que ha herido tan profundamente a las finanzas americanas.

Segunda y provisional conclusión: China, India y otras economías emergentes en Asia aspiran a sobrevivir, incluso…

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