POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 4

El español en el mundo: Notas sobre una doble indefensión

Miguel García-Posada
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La historia es conocida, pero merece la pena recordarla. Fue el 17 de abril de 1536. Ese día Carlos V desafía solemnemente a Fran- cisco I de Francia en Roma, ante el Papa, y lo hace en español, no en francés ni en latín. El obispo de Mâçon, embajador de Francia, se queja de no comprender su discurso; el emperador le replica: “Señor obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras que, de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana.”1 Era la proclamación pública del castellano como lengua internacional. El sueño de Antonio de Nebrija –”siempre la lengua fue compañera del imperio”– alcanzaba así su plenitud Se ha dicho que ese rango internacional se habría consolidado si con la abdicación de Carlos V no se hubieran separado las coronas y cancillerías de España y de Alemania2. Es probable; pero también es cierto que el declive del español como lengua de prestigio, si no diplomática, comenzó a producirse con el de nuestra hegemonía política. Tras la paz de Westfalia y de los Piri- neos, nuestra cultura, y con ella el idioma, entra en franco retroceso en toda Europa, sustituida por la francesa. Tocaba ya a su fin la época de las imprentas de Venecia, Milán, Amberes, Bruselas, París o Lyon, que editaban en castellano a nuestros autores.

Desde entonces, ¿cuál ha sido la suerte del español en el mundo? Una suerte cambiante y no del todo adversa; sorprendente y problemática a la vez. El episodio de mayor calado lo representa la independencia de las naciones de Hispanoamérica. La política de la Corona de España consistió durante siglos en no obligar a las poblaciones indígenas a aprender el castellano; eran los misioneros los que…

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