POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 128

India y África, el renacimiento de una vieja relación

Marcos Suárez Sipmann
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Una red de piratas en la costa y un poder islamista de corte talibán en tierra sería el peor escenario para Somalia, abandonado hasta hoy por la comunidad internacional. Las operaciones navales para luchar contra la piratería revelan el interés geoestratégico de la región.

La piratería marítima se ha convertido en uno de los retos más complicados y urgentes para la seguridad mundial en este 2009. A la panoplia de conflictos ya abiertos –crisis económica, Irak, Afganistán, Irán, Israel-Palestina, Sudán o Congo– hay que añadir la peligrosa situación en el golfo de Adén, donde el asalto a buques mercantes y petroleros amenaza una de las principales arterias del comercio y suministro energético. La Unión Europea incluyó el pasado diciembre la piratería, junto al cambio climático y el ciberterrorismo, en su lista de nuevas prioridades y amenazas para su estrategia de seguridad.

La ruta por la que surcan 20.000 barcos al año hacia el estratégico canal de Suez, un 12 por cien del comercio marítimo mundial y un 30 por cien del suministro de petróleo para Europa, está hoy “fuera de control”, según la Cámara Internacional de Navegación. Las cifras facilitadas por el Buró Marítimo Internacional aportan una prueba meridiana de la gravedad: a lo largo de 2008, los piratas intentaron abordar 110 barcos y en 42 casos lo lograron, al menos 19 buques están secuestrados, así como unos 250 rehenes. El caso que terminó por disparar las alarmas fue el asalto al superpetrolero saudí Sirius Star, de 330 metros de eslora y con una carga de crudo valorada en 100 millones de dólares. El buque fue liberado el 3 de enero después de dos meses de cautiverio y tras el pago de tres millones de dólares, frente a los 25 exigidos tras su captura, según fuentes próximas a la…

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