POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 155

La caída de los Hermanos Musulmanes

Ricard González
 | 

El gobierno de Morsi, arrogante e incapaz, se creó más enemigos de los que podía soportar. El ejército no parece interesado en gestionar el país, pero sí en mantener un papel protagonista.

Doce meses y tres días duró el experimento de gobierno islamista en Egipto. Las repercusiones de su final abrupto e inesperado, a través de un golpe de Estado militar apoyado en las calles por centenares de miles de personas, afectarán durante años a la evolución del sistema político en Egipto, del pensamiento islamista en el mundo árabe y del tablero geostratégico en la región.

El presidente Mohamed Morsi y su movimiento político, los Hermanos Musulmanes, cometieron muchos errores durante su corta presidencia. No obstante, es legítimo preguntarse si la asonada era necesaria o había alguna otra forma mejor de reconducir una transición marcada por una profunda polarización en las instituciones políticas, enfrentamientos callejeros y la incapacidad del gobierno de acometer las reformas económicas e institucionales que requiere el país.

Cuando Morsi asumió la presidencia, a principios de julio de 2012, la mayoría de analistas coincidieron en la dificultad de los retos a los que se enfrentaba el primer rais electo de la historia de Egipto. Su tarea era ardua, por dos motivos: el país vivía ya una delicada situación social y económica, y además Morsi y su grupo político no poseían ninguna experiencia de gobierno. De hecho, los líderes de la Hermandad conocían mejor las cárceles que la política institucional. Además, con el paso del tiempo se hizo evidente otra dificultad: las resistencias de una burocracia hostil, durante décadas acostumbrada a identificar a los Hermanos Musulmanes como el enemigo a combatir…

PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO