POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 89

La crisis de Marruecos

EDITORIAL
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El deterioro de las relaciones hispano-marroquíes con motivo de la ocupación por Marruecos el pasado 11 de julio del islote de Perejil hace necesaria una reflexión sobre el modelo de relaciones que ambos gobiernos, español y marroquí, quieren o pueden mantener. Las hipotecas no deben pesar demasiado tiempo sobre las relaciones entre los dos países porque las enrarece de manera recurrente (Ceuta y Melilla, pero también el futuro del Sahara Occidental, las migraciones, las inversiones de empresas españolas y europeas…). Marruecos, en vez de intentar aventuras de evolución imprevisible como la ocupación de un islote debería plantear su contencioso en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya o cualquier otra instancia que juzgue conveniente. Ésa es la forma civilizada y democrática de solucionar esta clase de problemas no la presión, la amenaza y la violencia sobre el otro.

A España le sigue interesando mantener una relación estratégica con Marruecos, y la estabilidad interna del reino alauí, que siempre tuvo incidencia en la historia y en la estabilidad interna de España. No podemos dar por válida sin más la presentación marroquí de su propia realidad e ignorar que el integrismo avanza precisamente por esos déficit de libertades, ese apartamiento de la mujer de la vida productiva, política y social, y esa incapacidad de los sucesivos gobiernos, todos ellos subordinados al rey, para emprender un despegue económico y un reparto de la riqueza más justo, como señalaba el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La extrema pobreza de una gran parte del pueblo marroquí, los problemas de alfabetización y la falta de horizontes de los más jóvenes son las verdaderas causas del avance del integrismo islámico.

España, que había logrado ya crear en Marruecos un importante entramado de intereses económicos, desde la presencia en el…

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