POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 152

La paradoja argelina

Anouar Boukhars
 | 

El nuevo contexto del norte de África y el Sahel ha desvelado la paradoja argelina: el deseo de ser líder regional y su rechazo a asumir responsabilidades. La intervención francesa en Malí y el atentado en la planta de gas de In Amenas obligan a un cambio de política.

La intervención militar francesa en Malí y el trágico final del secuestro en la planta de gas argelina de In Amenas han sacado a la luz las gravísimas deficiencias en el planteamiento estratégico y en la política antiterrorista de Argelia. El país esperaba mantenerse al margen del conflicto en Malí para poder seguir centrándose en sus intereses: incrementar el gasto militar, sellar las fronteras y procurar que la amenaza terrorista quede acotada a los países vecinos. Sin embargo, su renuencia a ayudar militarmente a esos vecinos –más débiles– en su lucha contra los grupos armados le ha costado cara al país magrebí en lo que respecta a la seguridad nacional y también a su ambición por alcanzar la preeminencia regional, acentuando la desconfianza que suscita entre sus vecinos y empeorando su imagen pública. Esas reticencias, además, amenazan con marginar a Argelia en la región, en general, y en las deliberaciones internacionales sobre cómo gestionar la ubicua inestabilidad de sus fronteras, en particular.

Fueron las reticencias de Argelia a enfrentarse a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) más allá de sus fronteras lo que ha motivado la injerencia extranjera en Malí. Cuando en enero de 2012, AQMI y sus aliados locales decidieron marchar sobre el sur, dirección Bamako, el presidente interino, Dioncounda Traoré, no tuvo más opción que pedir ayuda a la antigua metrópoli para contener el avance de los combatientes. Recurrir a Francia y no a Argelia, la potencia militar de la región, impugna la fallida estrategia argelina que busca…

PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO