POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 128

Obama y la política de seguridad nuclear

Belén Lara
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Un mundo sin armas nucleares requiere realismo e idealismo. Obama tiene en su mano avances fundamentales: un nuevo acuerdo Start con Rusia, reforzar el TNP y el CTBT, impulsar la creación de un banco internacional de combustible nuclear y hablar con Irán.

A lo largo de la campaña que le llevó a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones del 4 de noviembre de 2008, Barack Obama puso de manifiesto las que habrán de ser sus prioridades respecto a la política de seguridad en materia nuclear. Apuesta, como ya lo hicieran otros presidentes –Kennedy en los años sesenta y Reagan en los ochenta– por “un mundo libre de armas nucleares” y suscribe el texto así titulado, publicado por los ex secretarios de Estado George P. Shultz y Henry Kissinger, el ex secretario de Defensa William Perry y el senador Sam Nunn, pero afirmando, de manera inequívoca, que EE UU mantendrá desplegado armamento nuclear mientras este tipo de armas siga existiendo en cualquier lugar del mundo.

También a lo largo de la campaña Obama fue desgranando sus medidas para frenar la proliferación y disminuir la potencial amenaza nuclear. Entre estas medidas se encuentra el compromiso de liderar, durante su primer mandato, un acuerdo global para conseguir que todas las armas y materiales nucleares se mantengan en lugares seguros y controlados, en lugar de en instalaciones vulnerables como ocurre en la actualidad en múltiples rincones del mundo, para así evitar que puedan caer en manos de grupos terroristas. Este acuerdo podría plasmarse en un nuevo tratado para combatir el terrorismo nuclear, que sería la forma más efectiva de prevenir que los terroristas pudieran apropiarse de estas armas y construir una bomba nuclear, por muy rudimentaria que fuera, más aún después de que el número de atentados haya aumentado y Al Qaeda…

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