POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 78

Paz: avances y retrocesos. De Serbia a Oriente Próximo

Editorial
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Europa vive unos meses decisivos. El discurso de Tony Blair en Polonia, un giro en la percepción británica de los asuntos europeos; el avance, tambaleante, de la apertura democrática en Yugoslavia; y la agudización de la crisis en Oriente Próximo constituyen tres pruebas de extraordinaria envergadura para la Unión Europea (UE).

Uno: debe asumirse la ampliación como tarea improrrogable, adoptando previamente medidas para corregir los actuales mecanismos de toma de decisión. Pese a las diferencias entre países grandes y pequeños observadas en la cumbre informal de Biarritz (13 y 14 de octubre), el Consejo Europeo de Niza deberá cerrar en diciembre la reforma institucional.

Dos: la demostración, en el panorama balcánico que se abre ahora, de que la UE tiene una voz, una política exterior y una propuesta estratégica común. El reconocimiento descoordinado de Corea del Norte –durante la tercera cumbre Europa-Asia (19-20 octubre)– revela, sin embargo, que los obstáculos no han desaparecido.

Y tres: en el conflicto de Oriente Próximo, los europeos comienzan a estar en situación de pasar de convidado de piedra en el proceso de paz a ser parte del mismo. Siempre a condición de mantener una acción exterior unívoca y coherente. La Unión es la primera fuente de apoyo económico a los palestinos y un gran socio de Israel; pero esa presencia no se ha traducido hasta ahora en una decisiva influencia política. EE UU está dejando de ser la única potencia internacional con capacidad de influencia en Oriente Próximo.

Son tres asuntos, por otra parte, interconectados. Pues solo con un protagonismo británico más importante en Europa –no olvidemos que Gran Bretaña cuenta con el ejército más profesionalizado de la UE– puede avanzarse hacia una progresiva cohesión y una definición de la política exterior y de defensa más allá de discursos y buenos propósitos.

Blair ha…

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