POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 6

Perspectivas de la unidad europea después del Acta Única

Giulio Andreotti
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El 25 de marzo de 1957, en una Roma gris y lluviosa, los plenipotenciarios de seis países firmaban en el Campidoglio los tratados institutivos de la CEE. Bajo los fogonazos de los fotógrafos pusieron sus firmas en las últimas páginas de voluminosos tomos, presentados por turno. Pocos sabían que aquellos tomos en realidad sólo tenían impresas la primera página con los títulos y la última. En medio una resma de hojas en blanco. ¿Qué había ocurrido? La Tipografía Nacional de París, encargada de imprimir los textos de los tratados, no logró respetar el plazo fijado. ¿Qué hacer? Una modesta tipografía romana recibió apresuradamente el encargo de imprimir las páginas iniciales y las que iban a ser firmadas. Todo funcionó según lo previsto y nadie se enteró de nada.

He evocado este episodio porque me parece simbólico del entero proceso de integración en el que, pese a los grandes resultados conseguidos, aún queda mucho por hacer para llenar totalmente el espacio que media entre la primera y esa última página que será la unión política europea.

Es importante examinar las perspectivas de Europa incluso bajo la óptica de las regiones, y por ello me decido a escribir para lectores españoles mis reflexiones sobre el asunto. Me atrevería a decir que existe casi una primogenitura de las regiones en la construcción de Europa, porque todo el mundo sabe que Europa nació de la intuición y la voluntad de hombres de frontera (De Gasperi, Adenauer, Schumann), y por lo tanto con un fuerte sentido de la dimensión supranacional, a la vez que profundamente arraigados en su propia tierra de origen. A estos hombres con raíces regionales tan hondas les tocó reconstruir la Europa desmantelada por hombres políticos a menudo sin raíces.

La región, por supuesto, no es una expresión meramente geográfica, y desde…

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