POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 166

#PolExt166: Voto contra ‘Grexit’ desde Madrid

Estamos ante un forcejeo del débil, con pocas razones a favor, y del fuerte, apoyado en la ley. Y Europa tiene estamentos dados a soluciones pacíficas, pero no rendidos ante el pulso de Tsipras. La vigencia de un régimen democrático vale infinitamente más que la patada que Tsipras se dispone a propinar.
Editorial
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A la hora de cerrar estas columnas, como empezaban algunos editoriales del siglo antepasado, Grecia se mantiene al borde del abismo. Un caricaturista americano dibujaba en junio la situación: la UE espera atónita cerca de la puerta; en esa puerta, con gesto airado, Alexis Tsipras amenaza a la UE, “¡Y le advierto que nos vamos!”, mientras su pie derecho avanza hacia el precipicio. Cuando con retraso entregamos estas líneas, la nación griega estrenaba el bloqueo de sus bancos. No se sabe qué votará Tsipras en el referéndum del 5 de julio. El objeto último de la consulta es el propio mandato de Tsipras, de ahí que el Eurogrupo haya aplazado cualquier nueva negociación hasta después del referéndum.

Algunos indican que una razón de peso que ha conducido a la situación actual es la supesta impericia técnica de los negociadores griegos. “En Bruselas para cerrar pactos hay que conocer a fondo la materia sobre la que se trata” (ABC, 26 de junio, J.M. Areilza). Los interlocutores de los griegos se quejan de la falta de profesionalidad de quienes dialogan frente a ellos, “incapaces de trabajar con conceptos acuñados desde hace décadas en la vida comunitaria o en las instituciones financieras globales”. Merece la pena inclir aquí la advertencia de Paul Krugman: “no nos dejemos engañar por aquellos que afirman que los funcionarios de la troika son solo técnicos que explican a los griegos ignorantes lo que debe hacerse. Estos supuestos tecnócratas son, en realidad, fantaseadores que han hecho caso omiso de todos los principios de la macroeconomía, y que se han equivocado a cada paso”.

Los griegos que negocian en Bruselas, empezando por Yanis Varoufakis, doctor en Economía que ha pasado por varias universidades británicas, entre ellas Cambridge, o Euclide Tsakalotos, doctorado en Oxford, no son ignorantes y, como recordaba también Krugman, el gobierno griego “lo único que pedía era evitar una dosis mayor de austeridad”. Aceptarla supondría para Tsipras “la destrucción de su razón política de ser”. De ahí que se se plantee si ha llegado el momento de someterse a una validación de su legitimidad.

No sabemos qué nos deparará el destino: a los griegos en primer lugar, también a los chipriotas, macedonios, búlgaros, rumanos… Y asimismo, en una segunda fila, a portugueses e irlandeses. Y en zonas menos amenazadas del Mediterráneo pero no libres de peligro, a españoles e italianos. El Banco Central Europeo ha anunciado que no ampliará los fondos destinados al Banco de Grecia y a bancos privados griegos. Por lo pronto hay ya un default no definitivo, pero sí de hecho en el cierre de la banca y la bolsa griegas, prolongado, de momento, hasta el lunes 6 de julio. Un nuevo tormento para los griegos, algunos de los cuales no podrán, por ejemplo, pagar sus alimentos.

La llamada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la canciller Angela Merkel, es otro de los signos más claros. El presidente americano parece apoyar una solución que incluya a Grecia. EE UU cuenta con métodos para respaldar su razonable petición, más relacionada con razones estratégicas que con intereses económicos. La petición de Obama ha resonado en las cancillerías occidentales.

El reverso de esa moneda sería la expulsión de Grecia de la zona euro, con toda la carga negativa que pueda comportar no solo para los 10,8 millones de griegos. El PIB griego, 284.000 millones de dólares, es la cuarta parte del español.

Estamos ante un forcejeo del débil, con pocas razones a favor, y del fuerte, apoyado en la ley. Y Europa tiene estamentos dados a soluciones pacíficas, pero no rendidos ante el pulso de Tsipras. La vigencia de un régimen democrático vale infinitamente más que la patada que Tsipras se dispone a propinar.

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El 6 de agosto se cumplen 70 años del lanzamiento de la primera bomba nuclear. Tres días después de Hiroshima, caía la segunda en Nagasaki. La amenaza nuclear sigue ahí. Nueve Estados (China, Francia, EE UU, Reino Unido, Rusia, Israel, Pakistán, India y Corea del Norte) tienen el arma atómica y ninguno se ha comprometido con el “cero nuclear”. La imposiblidad de atajar las causas de los grandes conflictos les lleva a aferrarse a lo que presentan como un arma disuasoria, y que es en realidad un peligro existencial para la humanidad. Sin una relación de seguridad cooperativa entre EE UU, China y Rusia, el mundo sin armas nucleares defendido por Obama en 2009 será una ilusión. Mientras tanto, solo cabe fortalecer las medidas de confianza y los mecanismos de seguridad internacionales. El desenlace del acuerdo nuclear con Irán marcará el camino.