POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 167

Vista satélite de un proyecto de recuperación de tierras en el Arrecife Fiery Cross, en el mar de China Meridional, 22 de febrero de 2015. GETTY

#PolExt167: Trazados desde Pekín

Mientras crece la tensión con los vecinos del Sureste Asiático por las disputas en los mares del Sur de China y China Oriental, Pekín lleva a cabo un ejercicio de soberanía consumada sobre los territorios que reclama.
Editorial
 | 

Resulta hipnótico mirar las imágenes de los satélites que muestran cómo donde antes se transparentaba un arrecife bajo el mar, ha emergido una isla en menos de un año. En las primeras instantáneas, el arrecife aparece rodeado por decenas de barcos que dragan arena y sedimentos del fondo del mar, construyendo así una plataforma territorial. En las siguientes, se observa lo que es ya una isla. Progresivamente aparece un puerto, con sus dársenas y muelles, una pista de aterrizaje, edificios similares a barracones y demás infraestructuras militares. A fecha de hoy, Pekín ha completado la construcción de siete nuevas islas en el mar del Sur de China.

Mientras crece la tensión con los vecinos del Sureste Asiático por las disputas en los mares del Sur de China y China Oriental, Pekín lleva a cabo un ejercicio de soberanía consumada sobre los territorios que reclama. The New York Times recuerda que otros países de la zona, como Vietnam, también han construido islas artificiales en algunos arrecifes de las Paracel y las Spratly. Lo que llama la atención ahora es la velocidad y la envergadura de las construcciones. También la creación de una infraestructura civil y militar que permitirá a China patrullar todo el área, e incluso instalar bases militares.

Estas aguas no solo cuentan con recursos medioambientales y pesqueros, también poseen gas y petróleo. Pero el máximo valor de la zona es ser tránsito de un volumen del comercio mundial equivalente a 5,3 billones de dólares. Pese a que las reclamaciones de soberanía por estos archipiélagos no son nuevas –por ejemplo, la disputa por las Diaoyu/Senkaku viene de la guerra sino-japonesa de 1894, y la de las Paracel y Spratly se remonta a 1947– los vecinos empiezan a advertir sobre la actual estrategia expansionista de Pekín. No son solo los tradicionales adversarios, Japón, Vietnam y Taiwán, también Filipinas, Malasia y Brunéi aprovechan cada foro internacional para alertar sobre los planes de Pekín, que nadie conoce.

Estados Unidos observa cada paso de una política que percibe claramente orientada a expulsarle del Sureste Asiático. Teme al mismo tiempo que las disputas marítimas desemboquen en una escalada militar por parte de China, ante la evidencia de una armada en plena expansión. Según cifras del Sipri, el gasto militar chino ha aumentado un 175% desde 2003. José María Treviño repasa en Política Exterior la evolución y modernización de la marina china y las implicaciones regionales y mundiales.

El otro trazado que atrae la atención del mundo es la nueva Ruta de la Seda, que no solo recupera el trayecto euroasiático, sino que lo amplía, por tierra y mar, a África, Oriente Próximo y América Latina. La Ruta de la Seda global se inscribe en la iniciativa denominada One Belt-One Road (Un cinturón-una ruta), presentada en marzo pasado y que es la gran estrategia diplomática china hasta la fecha. El alcance de este titánico plan de transportes no es solo comercial, sino sobre todo, político, e incluso, como afirma Georgina Higueras, “tiene un profundo significado cultural y social”. Uno de los aspectos más interesantes del proyecto son los vínculos que implica a su paso; de Rusia a Pakistán, de Afganistán a Irán o Turquía.

La conexión entre la Ruta de la Seda del siglo XXI y la construcción de islas en el mar del Sur de China incita a fantásticos ejercicios de análisis geopolítico, incluso de literatura. No se sabe si existe esa conexión pero es tentador imaginarse una gran sala de operaciones en Pekín donde se trazan las líneas de un mapa mundial que, cómo no, tiene a China en el centro. Seguir este camino de análisis lleva a la demagogia. De ahí que Política Exterior haya reunido en este número artículos centrados en lo que hemos denominado “las rutas de Pekín”. De manera individualizada se analiza el origen, el desarrollo y las consecuencias de las políticas que China está poniendo en práctica tanto en lo relativo a sus reclamaciones territoriales, como en el lanzamiento de la Ruta de la Seda presentado como un proyecto de paz y prosperidad para todos.

De lo que no cabe duda es de que en Washington se lo toman muy en serio. Dos libros, Is the American Century Over, de Joseph S. Nye, y The Improbable War, de Christopher Coker (reseñados en este número por Fernando Delage) muestran cómo la competencia entre China y EE UU es el objeto de atención prioritaria de los analistas internacionales. Para evitar que esta competencia derive en enfrentamiento, “ambas potencias tendrán que modificar la percepción que mantienen de sí mismas”.