POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 184

Puerto de Tesalónica (Grecia). GETTY

#PolExt184: Comercio y poder

El comercio internacional es hoy fuente de controversia y ­desencuentros. Los retos se plantean, cada vez más, como si fuesen de suma cero.
Editorial
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El comercio, ese quehacer que Adam Smith considera inherente al ser humano y según Montesquieu dulcifica su carácter, es hoy fuente de controversia y ­desencuentros. Un problema ineludible tras la tensa cumbre del G7 en Charlevoix (Canadá), el inicio de escaramuzas arancelarias desde la Casa Blanca y la apuesta de China por unificar los mercados euroasiáticos con ambiciosos proyectos de infraestructura. Lo que está en juego tras estas decisiones no es otra cosa que el poder, entendido como la capacidad de redistribuir riqueza, controlar cadenas de valor y mantener la primacía en una arena internacional en la que los retos se plantean, cada vez más, como si fuesen de suma cero.

Este número de Política Exterior aborda el vínculo comercio y poder a través de contribuciones tan diversas como esclarecedoras. Para Arancha González, “el orden internacional basado en reglas habría sido menos vulnerable a populismos y eslóganes vacíos si los gobiernos hubieran apostado por políticas internas más sólidas en educación, formación, protección social, fiscalidad y sanidad”.

Robert Wade se pregunta si la globalización comercial ha sido el proceso apolítico, emancipador y sin jerarquías que sus defensores presentan. Aunque sea parcialmente correcto, este relato también ha servido para ofuscar desigualdades entre países y grupos sociales. Branko Milanović aborda las tensiones a las que están sometidas las instituciones tradicionalmente dedicadas a fortalecer la igualdad y la cohesión social. Si bien es imposible volver a los “treinta años gloriosos” en los que floreció el Estado de bienestar, aún existen medidas para contrarrestar los efectos perniciosos del capitalismo sobre la desigualdad.

El segundo eje de este número es México. Andrés Manuel López Obrador asumirá el 1 de diciembre la presidencia de un país en la intersección de dos de los fenómenos que definen nuestra época: el regreso del proteccionismo y el cierre de fronteras así como los obstáculos, legales e ilegales, a la inmigración. Como describe Aldo Adrián Martínez-Hernández, el país acaba de atravesar una campaña presidencial histórica, marcada por la formación de coaliciones que reflejan el desgaste de los partidos tradicionales. Cecilia Costero desgrana la historia y el impacto del Nafta, actualmente cuestionado por la administración de Donald Trump. Sobre la política exterior mexicana y la posibilidad de un cambio de rumbo escribe Rafael Velázquez, que adelanta un repliegue nacionalista como reacción a la política de hostigamiento de Trump. Los analistas de International Crisis Group Ivan Briscoe y Arturo Matute exploran ese otro fenómeno que condiciona nuestro presente y guarda relación con la apertura comercial y fronteriza: las migraciones, en este caso desde Centroamérica a Estados Unidos. Una crisis en la que –como en Europa– la cerrazón de los países receptores y la desestabilización de las sociedades de origen está teniendo consecuencias humanitarias devastadoras, ejerciendo una altísima presión en los países de tránsito y fronterizos.

Llama la atención que nadie explicara desde el principio que la globalización no solo traería una nueva riqueza a través del comercio y el libre flujo financiero, sino una irrefrenable movilidad humana de Sur a Norte, de Este a Oeste. Pero hay algo todavía más asombroso, y es la sorpresa con la que ahora se reconoce el nuevo esquema de poder derivado de la globalización. Wade lo resume de la siguiente manera: se pensó que “la emergencia de economías como la china no sería un problema mientras respetasen las reglas del orden liberal definido por los ­países occidentales. Dada la reciprocidad de los beneficios, el proceso de globalización no generaría rivalidades entre las grandes potencias. Este modo de ver las cosas restó protagonismo a acontecimientos relacionados con el poder que empezaron a darse esos años y no hacen sino intensificarse. Dichos acontecimientos están marcando una época y suponen la erosión –aunque no el final– del dominio global de Occidente”.