POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 143

Retrospectiva del 11-S y la ‘guerra contra el terror’

Melvyn P. Leffler
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El 11-S no cambió el mundo ni modificó la trayectoria de EE UU en su búsqueda de la hegemonía. Lo que demostró el periodo posterior fue hasta qué punto la movilización del poder estadounidense puede perjudicar tanto como proteger los bienes comunes mundiales.

Diez años después del 11-S, podemos empezar a hacernos una idea de las repercusiones de los atentados en la política exterior estadounidense. Existía, y sigue existiendo, una tendencia a decir que los ataques cambiaron todo. Pero una década después, esas conclusiones parecen injustificadas. El 11-S sí que modificó el foco de atención y la política exterior del gobierno de George W. Bush. Pero el nuevo enfoque, que se granjeó tantas alabanzas y tantas críticas, fue menos transformador de lo que se pensaba. En gran medida coincidía con tendencias a largo plazo en la política exterior estadounidense y Barack Obama ha continuado con parte del mismo. Algunos aspectos merecen el desdén del que a menudo han sido objeto y otros merecen los elogios que durante esos años solo se expresaban a regañadientes. Es hora de situar la época en un contexto y de evaluarla tan juiciosamente como sea posible…

 

Antes y después

Antes del 11-S, el gobierno de Bush había centrado su política exterior en China y Rusia; en determinar si era probable un acuerdo de paz en Oriente Próximo; en crear un sistema de defensa de misiles balísticos; y en plan­tearse la forma de tratar con Estados “delincuentes” (rogue States) como Irán, Irak, Libia o Corea del Norte. En muchas reuniones del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), las autoridades debatieron los pros y los contras de un nuevo régimen de sanciones contra el gobierno dictatorial de Sadam Husein en Bagdad; también discutieron qué se debería hacer si los aviones estadounidenses que protegían las zonas de exclusión…

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