POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 144

‘Se busca’: un G-20 efectivo para la economía global

Ignazio Angeloni
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Renacido en 2008 para gestionar la crisis financiera, el G-20 apenas ha completado las tareas de regulación y coordinación macroeconómica capaces de contener los desequilibrios globales.

 

La reaparición de turbulencias en los mercados financieros internacionales, con epicentro no en el sistema bancario estadounidense, como ocurrió en 2008, sino en el sector soberano europeo, sitúa de nuevo al G-20 en el centro de la acción política. Surgen multitud de preguntas: ¿Son los nuevos riesgos financieros relevantes desde un punto de vista global? ¿Es el G-20 (agrupación de máximo nivel político, pero sin representatividad universal y con escaso recorrido en cuanto a conocimientos técnicos) el foro adecuado para detectar y conjurar las amenazas que penden sobre la estabilidad financiera? Si la respuesta a ambas preguntas fuese afirmativa, ¿qué debe y qué puede hacer el G-20, de manera más específica?

 

Desde su nacimiento, el G-20 ha tenido dos vocaciones: la de coordinador político en tiempos de calma y la de gestor de crisis. De hecho, el grupo nació dos veces; primero en 1999, tras la crisis asiática, como foro de ministros de Economía, y de nuevo el otoño de 2008, cuando, tras la caída de Lehman Brothers, ascendió a reunión de jefes de Estado y de gobierno. En ambos casos, la situación exigía un gestor de crisis y no un capitán de aguas mansas. En 1999, para limitar el contagio desde economías emergentes pero inestables; en 2008 para tranquilizar los mercados globales en momentos de graves riesgos. En ambos casos se soslayó el peligro, pero también, cuando este se difuminó, el G-20 volvió a la más rutinaria labor de prevención de crisis a través de la coordinación de las políticas económicas. El rendimiento del grupo a ese respecto ha sido, en el mejor de los casos, menos convincente y, en los…

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