POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 174

Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en un grabado de 1810 sobre su expedición a los Andes. Al fondo, el volcán Cayambe (Ecuador). GETTY

Libros: Sobre las huellas de Humboldt

Ilustración y Romanticismo, ciencia y poesía, se conjugaron en la vida de Alexander von Humboldt. Entre los tesoros de su legado está la concepción de la naturaleza como sistema integrado y vulnerable.
Marcos Suárez Sipmann
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Han tenido que pasar casi dos siglos para dar nombre a la tarea a la que Alexander von Humboldt dedicó su vida: la ecología. Presentado como explorador, geógrafo, naturalista y humanista, este prusiano nacido en Berlín en 1769 fue el creador de la comprensión moderna de la naturaleza como un sistema integrado. En La invención de la naturaleza, Andrea Wulf reivindica la figura de Humboldt a través de una biografía trepidante y rigurosa que revela aspectos inéditos de la vida del protagonista con cientos de anécdotas y datos. La autora rescata el legado de quien conjugó Ilustración y Romanticismo en su obra y en su vida. Combinó ciencia y poesía y fue denominado el “Shakespeare de la ciencia”.

Wulf, nacida en India, criada en Alemania y hoy residente en Londres, ha investigado durante 10 años las circunstancias y pormenores del científico, explorador, geógrafo y humanista prusiano. Leyó miles de cartas en archivos de Berlín, París, Londres, Nueva York… La autora cuenta la magia de encontrar en Alemania sus apuntes, que formaban unos collages de varias capas que reflejan cómo funcionaba el cerebro de Humboldt.

 

La invención de la naturaleza

La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt
Andrea Wulf
Barcelona: Taurus, 2016, 584 págs.

 

La invención de la naturaleza va más allá de ser un grandioso trabajo de documentación, Wulf se adentra en la propia aventura de su protagonista. Sigue sus pasos por Latino­américa: estuvo en la selva venezolana, subió al Anti­sana, a 3.600 metros, donde encontró una “desvencijada choza en la que durmió el polifacético genio una noche de marzo de 1802”. Y, lo más emocionante, llegó a la cumbre del Chimborazo, de 6.200 metros. El naturalista y sus acompañantes, sin equipo adecuado y cargados con sus instrumentos de medición, tuvieron que desistir a escasos 300 metros de…

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