POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 139

Solidaridad transatlántica y declive occidental

Charles A. Kupchan
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Europeos y estadounidenses sienten una decepción recíproca comprensible ante la hasta hoy considerada ‘alianza más importante’. No obstante, la solidaridad transatlántica será fundamental a medida que Occidente intente adaptar el nuevo orden mundial emergente.

 

La elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos dio pie a grandes expectativas a ambos lados del Atlántico sobre el florecimiento de las relaciones entre europeos y estadounidenses. Los europeos acogieron con agrado el estilo y el mensaje de Obama, así como el carácter multilateral que prometía dar a la política exterior estadounidense. Washington agradeció el apoyo que emanaba de Europa y, después del Tratado de Lisboa, esperaba que la Unión Europea fuese un socio sólido en muchos frentes. Hasta cierto punto, las grandes expectativas se han cumplido. A los europeos les gustan el rechazo del unilateralismo por parte de Obama, sus intentos por ampliar el programa de política exterior más allá de la “guerra contra el terrorismo”, su compromiso con el proceso de paz en Oriente Próximo y el hecho de que Washington tienda la mano a sus adversarios. EE UU ha respondido a este entusiasmo y ha acogido con agrado la intensificación de los esfuerzos europeos en Afganistán, la contribución de la UE a la estabilización de la economía mundial y la disposición de los países europeos a recibir a los detenidos de Guantánamo.

 

Sin embargo, bajo la superficie de esta mejora de los vínculos transatlánticos se oculta una corriente subterránea de decepción recíproca. Las capitales europeas se quejan de que Washington no les presta la atención que solía; la alianza transatlántica parece haber perdido el lugar predominante que ocupaba en la estrategia a gran escala estadounidense. Los europeos por su parte lamentan que la administración Obama no haya logrado estar a la altura de sus promesas en relación con…

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