POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 157

Un acuerdo tan esperanzador como peligroso

François Nicoullaud
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En el plan de acción sobre el programa nuclear de Irán Obama se juega su imagen histórica, pero Rohaní y su gobierno están jugándose la supervivencia política. La negociación nuclear esconde la semilla de un círculo virtuoso, tanto en política interior como exterior.

En un plazo récord de 39 días, entre el 16 de octubre y el 24 de noviembre de 2013, los seis países que encabezan la comunidad internacional –los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania– han llegado a un primer pacto con Teherán con vistas a salir de la prolongada crisis que estalló en 2002 debido al programa nuclear iraní. Hoy sabemos que iraníes y estadounidenses habían tomado contacto ya en marzo de 2013, tres meses antes de la elección del presidente Hasan Rohaní, con ánimo de barajar posibles soluciones. El entonces presidente, Mahmud Ahmadineyad, se hallaba ya en la recta final de su mandato y muy debilitado, de lo que se deduce que fue el líder supremo de la Revolución Islámica, Ali Jamenei, quien propuso personalmente la maniobra de apertura, pese a juzgársele el más acérrimo opositor a Estados Unidos. Sabemos asimismo que, del lado estadounidense, el presidente Barack Obama y su secretario de Estado, John Kerry, deseaban poner fin a la crisis con el país de Oriente Próximo, independientemente del resultado de las elecciones presidenciales, sin saber que las ganaría un ferviente partidario de la negociación.

¿Por qué, tras perder tanto tiempo, muestran ambos países tal anhelo de dejar atrás la crisis? Para explicar la evolución de la postura iraní se ha recurrido a la eficacia de las sanciones internacionales. En efecto, las sanciones estadounidenses y europeas, endurecidas en 2010, han hecho sufrir mucho a la economía y la sociedad iraníes, pues han reducido a la mitad las exportaciones…

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