POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 46

Un fracaso de la inteligencia: la crisis del CESID

Editorial
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Hay momentos de fiebre en la vida de las naciones y España pasa –resulta difícil negarlo– por uno de ellos. El desconcierto y el desánimo de tantos ciudadanos es patente. Pero hay algo que nos parece obligado decir. En algunos sectores de la sociedad española la nueva moda consiste en magnificar todo lo oscuro, todo lo que contribuya al descrédito de la nación. Hay en esos grupos como una suerte de satisfacción instintiva, inexplicable, en cada episodio que sirva al desprestigio institucional, en cada fracaso, en cada revelación negativa para la historia o el futuro de la nación. En esto, un alto número de españoles resultan ser distintos de sus aliados europeos.

En este proceso de desánimo nacional, los medios de comunicación han desempeñado un papel y tienen una responsabilidad. Algunos periódicos han hecho descripciones constantemente sesgadas de la realidad. Se diría que los creadores de esa información viven en un mundo aparte, cada vez más ajeno a su profesión: no les interesa investigar, comprobar, verificar, informar. Esos supuestos creadores de opinión han optado por mezclarse en las luchas de poder, convertidos en ocasiones en candidatos al poder, transformados otras en meras sucursales de los partidos. Ese desajuste crea una de las disfunciones más graves de la España actual.

Es necesario denunciar los abusos. Pero hay que contar también la otra cara de la realidad, la de un país con un enorme capital de energía, cuya vitalidad vemos a diario, en millares de signos. En medio de tantas zonas de sombra, existen grandes reservas de energía nacional. No es cierto que el país haya caído en el caos ni en la paralización.

Quizá un problema mayor provenga de la calidad de la clase dirigente, no sólo política. Se repite así la tendencia que prevaleció hace cien años, cuando la España…

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