Editorial: Turpial
Fecha: 2013
Páginas: 138
Lugar: Madrid

La lucha contra el hambre

Miguel Ángel Moratinos
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En España, Miguel Ángel Moratinos es recordado principalmente por su tiempo al frente del ministerio de Exteriores. Pero esos seis años (2004-2010) son un capítulo más en una trayectoria internacional dilatada, en la que destacan otros siete como enviado especial de la Unión Europea para Oriente Medio (1996-2003) y su actual labor de asesoría en el Programa Nacional de Seguridad Alimentaria de Catar. En 2011, Moratinos perdió su campaña para dirigir la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) por solo cuatro votos. Leyendo su último libro, La lucha contra el hambre, parece una pena que no ganase. Moratinos tenía las ideas claras y un programa ambicioso para reformar la organización.

También es consciente de lo urgente que es la cuestión que trata. 1.000 millones de personas en el mundo están malnutridas, y en torno a diez millones de niños menores de cinco años mueren cada año por la falta de alimentos. “Un niño que muere de hambre es un niño asesinado”, dijo Jean Ziegler, exrelator de la ONU para el derecho a la alimentación. No le falta razón, teniendo en cuenta que, como señala Moratinos, la persistencia del hambre en el mundo es un problema político antes que técnico. Según Oxfam, entre 20.000 y 30.000 millones de dólares anuales serían suficientes para erradicarla: una cantidad ridícula en comparación con nuestro gasto en armas o los rescates financieros de 2008.

Aunque el libro es breve, cuenta con una primera parte que describe minuciosamente el problema del hambre. En la segunda el autor propone soluciones que van desde medidas en los países que sufren, como el combate a las desigualdades de género en el ámbito rural, a soluciones macro, como la reforma de la FAO o la adopción de una “gobernabilidad del hambre” como la que proponen Andrew MacMillan y José Luis Vivero, pasando por proyectos concretos en el mundo desarrollado (una ayuda al desarrollo más comprometida con proyectos agrícolas y la prohibición de la especulación financiera en los mercados alimentarios).

Aunque la mayoría de las propuestas son difíciles de rebatir, Moratinos no tiene tapujos a la hora de criticar cuestiones que para algunos sectores de la izquierda son dogmas de fe. Así, se muestra a favor de un uso sostenible de los Organismos Modificados Genéticamente –principalmente fruta y verdura transgénica– y critica la inversión en biocombustibles como alternativa a los combustibles fósiles (de nuevo Ziegler: quemar comida para generar energía es “un crimen contra la humanidad”).

A finales de este año terminará el plazo destinado a los Objetivos del Milenio de la ONU. A pesar de los progresos realizados en la última década y media, es evidente que ha fallado la voluntad política a la hora de poner la agenda del desarrollo en práctica. Por eso no se han llegado a cumplir. Moratinos pide emplear la reflexión sobre una ocasión perdida para combatir el hambre con mayor voluntad y eficacia, poniendo 2025 como fecha límite para su erradicación. Ojalá en diez años no sea necesario escribir otro libro como el suyo.