La carrera por el poder de Vargas Lleras en Colombia

José Manuel Rivas Otero
 |  18 de enero de 2016

Las elecciones locales y regionales del 25 de octubre en Colombia confirmaron el reforzamiento institucional de los partidos que forman parte de la coalición de gobierno (Partido Social de Unidad Nacional, Partido Liberal y Cambio Radical), frente a la contundente derrota de la izquierda, que perdió Bogotá, y los pobres resultados cosechados por el Centro Democrático, partido del expresidente Álvaro Uribe. Sin embargo, el gran vencedor de los comicios no fue el actual presidente Juan Manuel Santos, sino el vicepresidente Germán Vargas Lleras. Su partido, Cambio Radical, logró ganar en solitario en cinco departamentos, en nueve de ellos en coalición, y sus candidatos se hicieron con dos de las alcaldías más importantes del país: Bogotá y Barranquilla.

Vargas Lleras es nieto del expresidente colombiano Carlos Lleras Restrepo y sobrino de quien fuera dos veces candidato presidencial, Carlos Lleras de la Fuente. Aunque inició su carrera política con el Nuevo Liberalismo (partido del excandidato presidencial Luis Carlos Galán) a comienzos de la década de 1980, se convirtió en senador de la república con el apoyo del liberalismo tradicional en 1998. Su oposición hacia los diálogos de paz del Caguán entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de ColombiaEjército del Pueblo (FARC-EP) le acercó, en 2002, a la disidencia liberal encabezada por Uribe, entonces candidato presidencial. Ese mismo año, fue reelegido como senador, formando parte de un movimiento independiente, aunque pronto se incorporó a Cambio Radical, partido que se integró dentro del bloque uribista. Durante este periodo, sufrió dos atentados, en el primero perdió algunos dedos de la mano y del segundo salió ileso.

En las elecciones parlamentarias de 2006, Vargas Lleras se convirtió en el senador más votado. Su creciente popularidad lo impulsó a presentarse como candidato presidencial en 2009, sin esperar a que Uribe decidiera postularse para una tercera reelección. Aunque en los comicios de 2010 obtuvo algo más del 10% de los votos, situándose por detrás del oficialista Juan Manuel Santos y del candidato de Alianza Verde, Antanas Mockus, continuó su carrera política en el gobierno de Santos, en el que se desempeñó como ministro de Interior y Justicia en 2010 y de vivienda en 2012. Esta última cartera le permitió incrementar sus apoyos, logrando impulsar un ambicioso programa de entrega de viviendas para los más pobres. Desde agosto de 2014, es vicepresidente de Colombia, cuenta con personas de confianza al frente de tres ministerios y se ha convertido, según la revista Semana, “en el funcionario del ejecutivo que más está al tanto de todo cuanto sucede en el Estado”.

Algunos analistas lo califican como el nuevo Uribe, no por su cercanía personal con el expresidente, con el que tuvo sus más y sus menos, sino porque, como él, posee carisma y popularidad, mantiene a su partido bajo un férreo control y transmite una imagen de “mano dura” ante la opinión pública. De ahí que también se le considere el hombre fuerte del gobierno de Santos. Así, mientras que en abril de 2015, el apoyo a la gestión de Santos fue del 29%, la imagen favorable del vicepresidente alcanzó el 56%, siendo el segundo líder político mejor valorado por los colombianos después de Uribe, que se situó tres puntos por encima.

En cuanto su partido, desde que en 2004 asumiera la jefatura de Cambio Radical, ninguna decisión se adopta sin su beneplácito. A pesar de que, hasta agosto de 2013, fue la formación política con más mayor número de congresistas condenados por vínculos con los grupos paramilitares, este hecho no ha afectado demasiado su imagen pública ni a la de su líder.

Por otro lado, al igual que Uribe, Vargas Lleras ha logrado atribuirse el perfil de hombre de carácter, con “mano dura”, que no duda en enfrentarse a quien sea. Así lo ha manifestado a lo largo de estos años con actitudes como la oposición a los diálogos de Pastrana con las FARC-EP, el rechazo público a la segunda reelección de Uribe, la posición –a veces escéptica, otras veces ambigua– respecto del proceso de paz impulsado por Santos, o los enfrentamientos con miembros de la coalición de gobierno. En este último punto, destacan sus encontronazos con el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, y con el senador oficialista, Armando Benedetti, ambos rivales en sus aspiraciones presidenciales para 2018.

Si bien es cierto que el vicepresidente ha reforzado su liderazgo después de estas elecciones, haciéndose con la pole en la carrera por la presidencia del país, que consiga conservar esa posición de ventaja dependerá, entre otros factores, de la gestión que su partido haga del poder institucional logrado.

De hecho, nada más comenzar el año, el anuncio de la privatización de la empresa pública Isagen, apoyada entre otros por Santos, Vargas Lleras y Peñalosa, ha generado fuertes críticas no solo de la oposición de izquierdas, sino también del expresidente Uribe y de las propias filas del Partido Liberal, uno de los que forman parte de la coalición de gobierno de Santos.

Además, en un hipotético escenario de paz, con el fin del conflicto armado cada vez más cerca, los colombianos podrían optar por líderes con un perfil más conciliador, como el que posee el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle. Se barajan también otros corredores, pero aún es pronto para tener configurada la parrilla de salida y las posibilidades continúan abiertas.

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