Juan Carlos Varela celebra su victoria en las elecciones de 2014 en Panamá. GETTY

Panamá: panorama electoral

Mariela Sagel
 |  19 de marzo de 2019

El 4 de marzo, lunes de Carnaval, se levantó la veda electoral en Panamá y arrancó la campaña publicitaria para las elecciones del 5 de mayo. Ese día se elegirá un presidente, 71 diputados, 81 alcaldes, 20 diputados para el Parlamento Centroamericano, 679 representantes de corregimiento y 9 concejales. El padrón electoral, tal como cerró al 31 de diciembre de 2018 asciende a 2.757.823 personas, de las cuales el 50,22% o 1.385.076 somos mujeres y 1.372.747 hombres, casi mitad y mitad.

De ese universo, el 18,9% son jóvenes de 18 a 25 años (521.535) y el 11% de 26 a 30 años. El 20% de la población va de 31 a 40 años, el 17,8% de 41 a 50 años, el 14,3% de 51 a 60 años, el 9,4% de 61 a 70 años y el 5,6% de 71 a 80 años. El resto, 2,9% son mayores de 81 años.

Los afiliados a los partidos políticos suman 1.333.308, de las cuales el 51% somos mujeres y el resto hombres. Los no afiliados son 1.424.515, siendo hombres la mayoría en este grupo.

En Panamá no hay segunda vuelta, de manera que el que gane para acceder a la presidencia debe hacerlo por mayoría.

Siete son los candidatos que se disputan la silla presidencial que está ubicada en el Palacio de las Garzas. Cuatro de ellos pertenecen a partidos políticos y tres son independientes. Es la segunda vez que candidatos independientes concurren para presidentes y su llegada a esa terna fue casi de photo finish.

Anteriormente, en 1994, Panamá tuvo siete aspirantes al solio presidencial, con la gran diferencia de que la coalición gobernante hasta entonces, que fue juramentada en una base gringa cuando ocurrió la invasión, postuló un aspirante por cada partido. Fue así como el Partido Revolucionario Democrático (PRD) se alzó con la victoria a solamente cuatro años de haber sido capturado el exgeneral Manuel Antonio Noriega, que llevó al despeñadero a la cúpula militar y por defecto, a ese partido. Así se evidenció la máxima de “divide y vencerás”, pues si la coalición hubiera ido unida, el PRD no hubiera ganado.

Sin embargo, Ernesto Pérez Balladares, abanderado del PRD, encabezó un gobierno que ha sido el más exitoso en 30 años en todo sentido. La gestión anterior había pactado hacer ajustes estructurales a la economía, rezagada como estaba, y no se atrevió a cumplirlos, por lo que el gobierno del “Toro” (como se apoda) modernizó el Estado y ha sido el que menos ha endeudado al país.

 

El escenario actual

Las cosas son muy diferentes ahora. Tras 10 años de desgobierno (Ricardo Martinelli gobernó de 2009 a 2014 y su vicepresidente, Juan Carlos Varela, es el actual presidente), la gestión Martinelli-Varela se ha caracterizado por las mega obras que no se han terminado (solamente se terminó el Metro, que era un proyecto engavetado desde la gestión Pérez Balladares). Después de 26 meses de andar de arriba para abajo juntos, en las buenas y en las mejores, Martinelli y Varela rompieron y se convirtieron en enemigos. Martinelli se auto asiló en Estados Unidos una vez ganó Varela la presidencia y allí fue capturado en 2017 por la policía federal. Cumplió un año de pena y fue extraditado a Panamá. Desde entonces (junio 2018) está recluido en la cárcel El Renacer, y a pesar de la cuadrilla de abogados que tiene y de las ofertas de fianzas que propone, amén de los intentos de fuga que ha protagonizado, se le sigue juicio por varios casos, principalmente por pinchar los teléfonos de más de 150 personas consideradas sospechosas o peligrosas a su gestión, entre las que está su propia esposa.

Juan Carlos Varela ganó en 2014 por un tercio de los votos y ni él mismo se lo creía. Le costó formar gobierno porque su partido, inspirado en la doctrina populista de derecha que pregonaba el Arnulfo Arias (tres veces presidente y tres veces depuesto, la última vez a los 11 días de haber jurado el cargo), es el más carente de gente pensante y preparada. Los profesionales que hubieran podido ayudar a desarrollar una buena gestión no aceptaban los puestos que les proponía. Su gestión se ha visto empañada por escándalos (Panamá Papers, Odebrecht, Caso Waked, etc.), mucho revanchismo y muy poca acción, al punto que se le ha apodado «Tortugón». Hay que reconocer que se atrevió a romper relaciones con Taiwán y establecerlas con China, lo que ha levantado las alertas de EEUU, que ve su supremacía comercial en serios problemas. Le tocó inaugurar la ampliación del Canal de Panamá en 2016, a pesar de que, en su momento, cuando se llevó a referéndum, su partido se opuso a la misma. Varela saldrá con el índice de popularidad más bajo que se recuerde y con el nivel de endeudamiento más alto. La economía se ha visto gravemente afectada y el crecimiento del país, envidiado por muchos, ha mermado.

 

Los aspirantes

En esta campaña, los cuatro partidos que tienen abanderados son el PRD, el Panameñista (el de Varela), el Partido Cambio Democrático (CD-franquicia de Ricardo Martinelli) y el Frente Amplio por la Democracia (FAD), de orientación izquierdista.

El abanderado del PRD, Laurentino Nito Cortizo, va primero en las encuestas, su eslogan #UniendoFuerzas ha calado y ahora que se inició la campaña le agrega “Un buen gobierno”. Al PRD se le alió el partido Molirena, originalmente conservador, aunque pertenece a la Internacional Socialista. Cortizo escogió como vicepresidente a un joven de 35 años, preparado y carismático. Cortizo ha sido diputado, ministro de agricultura y conoce muy bien el sector agropecuario. A pesar de las críticas por la elección de quien lo acompaña en la vicepresidencia, es obvio que trata de buscar el voto joven, que tan decepcionado ha estado en los últimos años.

El aspirante de los Panameñistas es José Isabel Blandón, que es actualmente el alcalde de la capital. Blandón carga con el desgaste del gobierno actual y a pesar de sus ingentes esfuerzos por alejarse de la gestión Varela, el descontento es tal que es difícil que llegue siquiera en una tercera posición. Designó como vicepresidenta a una mujer profesional, de la provincia de Colón, negra y miembro del PRD, tratando de captar tanto el voto de esa provincia, a la que Varela le prometió mucho y no le cumplió, como el voto femenino. Nilda Quijano es practicante de la religión evangélica y cada vez que habla nombra a Dios como razón de todo, lo que molesta a muchas personas. Ella fungió como gerente de la Zona Libre de Colón en el gobierno PRD de Martín Torrijos (2004-2009). Al Partido Panameñista se le alió el Partido Popular, en otro momento Democracia Cristiana, que seguramente desaparecerá en esta contienda. Su lema es “El cambio profundo para un país más justo”.

El candidato del CD es Rómulo Roux, un abogado de familia aristocrática que fue ministro de varias carteras durante el gobierno de Martinelli y goza de cierta credibilidad. Su eslogan de campaña es #LoBuenoVuelve, apelando al crecimiento que se experimentó durante la gestión del preso del Renacer, crecimiento que nos ha costado mucho por lo artificial que era. Roux escogió como candidato a vicepresidente a un camarógrafo que se había destacado por conseguir donaciones para que niños y personas de bajos recursos fueran operados en el extranjero. Si bien José Casis es un tipo del pueblo, no tiene los conocimientos básicos para manejar ni cifras ni datos que se exigirían a un vicepresidente y eventual reemplazo al presidente. Roux busca el voto del pueblo, pero es posible que Casis le haya perjudicado la carrera. El CD está aliado con el partido Alianza, que es como un brazo ejecutor de los mismos personajes que forman el CD.

El FAD, que por segunda vez participa en las elecciones como partido legalmente formado, tiene como candidato a un sindicalista de la construcción, Saúl Méndez, que ha sido muy beligerante en la lucha obrera por los últimos 20 años. Su vicepresidenta es la misma que acompañó en la campaña pasada al abanderado del 2017, Maribel Gordón, una economista muy preparada.

 

Los independientes

El fenómeno de los candidatos independientes es digno de resaltar pues en un momento hubo 18 aspirantes para un cupo de sola tres. Es la segunda vez que corren candidatos independientes, en 2014 también hubo tres que apenas consiguieron una decena de miles de votos. En esta ocasión, de los dos primeros que comenzaron a obtener firmas para su candidatura, Ricardo Lombana y Ana Matilde Gómez (exprocuradora y actual diputada, además de la única mujer candidata a presidente) lograron quedar entre los tres. El fenómeno fue el exdiputado Marco Ameglio, afecto al partido Panameñista y con recursos ilimitados, que llegó el último y quedó entre los tres aspirantes. Sus intervenciones públicas se han caracterizado por ser prepotentes, ofensivas y sin credibilidad, a pesar de querer distanciarse del gobierno varelista. Mucho se habla de compra de firmas por lo meteórico que ascendió al tercer lugar.

Otro de los que primero empezó a recoger firmas es Dimitri Flores, un perfecto desconocido que más se parece al personaje de una canción del cantautor Rubén Blades, Pedro Navaja, que a un aspirante a presidente. Respaldado por empresarios de la Zona Libre, estuvo a punto de disputarle el lugar a Lombana y al final no pudo, por eso mencioné que la final fue de photo finish.

A pesar de que sería una propuesta interesante a considerar por la composición actual del rol de presidente y la Asamblea Nacional de Diputados, los independientes no tendrían capacidad de maniobra y podrían causar un caos en el país. Los diputados, considerados la casta política más corrupta y deleznable que existe, se enfrentan a una campaña que cobra fuerza cada día de #NoALaReelección, porque han probado, con muy pocas excepciones, ser perfectamente inútiles. El balance de las leyes que se han pasado durante cinco años es tan negativo que debería darles vergüenza presentarse a la reelección. Tienen demasiadas prebendas y en este quinquenio se han descubierto planillas millonarias que se les asignaban sin justificación.

El tema legislativo tiene que ser modificado. Los diputados están para legislar, pero son electos por circuitos, así que invierten tiempo y dinero en esos circuitos para complacer a sus electores, haciendo obras o regalando materiales, lo que no les corresponde. La planilla de la Asamblea Nacional es absolutamente escandalosa por la cantidad de “botellas” (personas que cobran un salario, pero no trabajan) que tienen estos 71 “padres de la patria”, como se les llama. Definitivamente queda claro que la forma de elegirlos y sus funciones tienen que ser motivo de un cambio radical.

En esta contienda se han cambiado las reglas del juego en cuanto a término de la duración de la campaña y los montos de donaciones a recibir, principalmente por el tema Odebrecht, que aún no logra avanzar en el Ministerio Público. La publicidad tradicional en combinación con las redes sociales seguramente serán factores determinantes que, gracias a los cambios hechos por el Tribunal Electoral, solamente sufriremos por 60 días.

Algo inédito que se verá en estas elecciones es que el expresidente Ricardo Martinelli, que está preso en la cárcel El Renacer, va a presentarse para diputado por el corregimiento donde no ha vivido desde 2015 y, además, aspira también a ser alcalde de la capital. Y como este país se caracteriza por sufrir de Alzheimer o la corrupción se ha generalizado a tal nivel, capaz sea que gana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *