movimiento zapatista
Mari Chuy, primera mujer indígena que se postula como candidata a la presidencia de México. GETTY

Veinticinco años del EZLN: la resistencia frente al olvido

Aldo Adrián Martínez-Hernández
 |  8 de enero de 2019

El 1 de enero de 2019 se cumplieron 25 años de la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) entre México, Estados Unidos y Canadá. El levantamiento zapatista surgió como consecuencia de la implementación de una política neoliberal instrumentalizada por el Tlcan que aún afecta a la vida de los pueblos originarios mexicanos. A dos décadas y media del movimiento indigenista mexicano se pueden establecer distintos elementos que muestran su distintiva actividad política y social en el país.

Primero, la insurrección del EZLN del 1 de enero de 1994 manifestó –en la primera Declaración de la Selva Lacandona– la necesidad de la autodeterminación de los pueblos indígenas en contra de la imposición neoliberal en el devenir de su organización social, denunciando la intromisión gubernamental y privada en las tierras chiapanecas adjudicadas a los pueblos originarios por sus vínculos milenarios con esos territorios. Además, recogía sus demandas a favor de la educación, salud, vivienda, derechos humanos y resistencia al olvido de los pueblos indígenas del país. Como respuesta, el gobierno mexicano asedió al movimiento armado dejando decenas de muertos en un enfrentamiento que duró poco más de diez días. Los procesos de paz posteriores a la intervención del ejército mexicano y la confrontación con el recién creado movimiento zapatista dejaron una herida abierta, todavía hoy, después de 25 años.

Segundo, la presencia en medios de comunicación, baluarte del movimiento zapatista y el eje rector de resistencia e identidad indígena para toda América Latina, sobre todo durante la década siguiente a su aparición. Su lucha mediática es hoy un paradigma del ejercicio libre y autogestionado de difusión de un movimiento que después de su génesis logró consolidar su resistencia mediante la innovación en los procesos de comunicación comunitaria, logrando llegar y alzarse como el movimiento indígena de resistencia más importante de la región.

Tercero, su capacidad de autogestión y su exclusión (promovida principalmente por la presencia militar del gobierno mexicano) del contexto nacional al amparo de las armas y la resistencia en el territorio chiapaneco. La capacidad de creación de vínculos entre los pueblos originarios y el discurso, creencia y autogobierno del movimiento lo llevan a ser, después de un cuarto de siglo, el primer movimiento antineoliberal, surgido en la década del origen de esta política económica en América Latina, aún latente.

Cuarto, las diversas apariciones del subcomandante Marcos (ahora Galeano, en honor a los caídos) y los voceros como el subcomandante Moisés han señalado durante los gobiernos de Carlos Salinas (1989-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000), Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), la incapacidad de estos de establecer mecanismos que permitan a los pueblos originarios ser escuchados y atendidos. Las contadas apariciones del EZLN en el debate nacional se han distinguido como redentoras de la tierra, la paz y la seguridad. Además, sus demandas en contra de los fraudes electorales, la guerra en contra del narcotráfico y la propia inclusión constitucional de su forma de gobierno y ejercicio libre de gestión comunitaria han consolidado una estrategia de autocontención y resistencia frente a la ignorancia y olvido del gobierno mexicano.

Cinco, un punto de inflexión y clave para el entendimiento del movimiento zapatista en la actualidad fue su participación en las elecciones presidenciales de 2018. La participación de la candidata indígena Mari Chuy, pese al apoyo reticente del EZLN, fue un elemento novísimo en el desarrollo del movimiento. Fue promovido por las diversas organizaciones de los pueblos indígenas, que buscaban manifestar la diversidad del pueblo mexicano, al tiempo que abrían el debate sobre la imperante necesidad de discutir sobre la gran falta de inclusión, la opacidad, la injusticia y la mediocridad en la definición de políticas sociales a favor de la protección de los grupos indígenas del país.

 

Nuevo gobierno, viejos problemas

La participación política del EZLN en las elecciones presidenciales son solo una muestra de la necesidad de reestructurar los formatos de comunicación y participación política del movimiento. Este acercamiento del EZLN enmarcado por la candidatura independiente de la primera mujer indígena manifestó la presencia de los movimientos indígenas en la política institucional y democrática del país. Claramente, las barreras institucionales no permitieron la obtención de las firmas necesarias para la consolidación de la candidatura. Pese a ello, la simple aparición de una candidata indígena evidenció no solo la necesidad institucional de la inclusión democrática en estos procesos, sino que además manifestó la deuda milenaria del Estado mexicano con sus pueblos originarios.

A 25 años del levantamiento armado del EZLN, Peña Nieto, como último acto en el ejecutivo federal y con la intervención del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, renovó el Tratado de Libre Comercio con EEUU y Canadá, ahora con un nuevo nombre (T-MEC). Ante esto, los voceros del movimiento zapatista han vuelto a dejar claras sus diferencias con López Obrador (como ya hicieron en las elecciones de 2006 y 2012) y con los recién anunciados proyectos de desarrollo al sur del país, principalmente con el tren maya y el Istmo de Tehuantepec, además de las estrategias de seguridad y la Guardia Nacional, la cual está por definir su existencia a nivel federal. El EZLN se ha posicionado en contra del uso de las costumbres indígenas, perfilándose como la oposición ante la discrecionalidad del nuevo gobierno.

Porque 25 años después, poco ha cambiado para el EZLN y los pueblos originarios. El gobierno sigue sin tomar en cuenta sus demandas, y el movimiento zapatista continúa en resistencia, aislado y aún armado.

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