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Bajo los píxeles, la playa. Las nuevas revoluciones conectadas

Yolanda Quintana
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Las multitudes conectadas llevan tiempo arrebatando a las élites los mecanismos para la construcción de la realidad y han erosionado la legitimidad de los poderes políticos y económicos. Aun así, cunden la incertidumbre y la desconfianza sobre su capacidad para cambiar las cosas.

 

Año 2008. Kenia. Tras unas elecciones presidenciales fraudulentas (tal como acreditó después Naciones Unidas), la violencia explota. El resultado oficial: 1.300 muertos y más de 350.000 desplazados. Cuando la activista, abogada y bloguera Ory Okolloh se asoma a la ventana de su casa en Nairobi contempla edificios ardiendo, pero en la televisión solo encuentra dibujos animados y telenovelas. Ante el silencio de los medios oficiales, Okolloh decide informar en su blog de los enfrentamientos de los que es testigo y pide a sus lectores que usen los comentarios para hacer lo mismo. La información recibida fue desbordante.

 

La llamada a la cooperación de Okolloh fue la chispa para que programadores locales se implicasen en la tarea. En solo 72 horas crearon Ushahidi, una plataforma colaborativa donde se situaban en un mapa los incidentes de violencia, o las acciones para impedirlos, de los que cualquiera pudiera ser testigo, a partir de reportes enviados en tiempo real mediante un simple formulario vía web o por teléfono móvil. En poco tiempo Ushahidi, que toma su nombre de la palabra “testigo” en swahili, llegó a tener 45.000 usuarios en Kenia.

 

Ushahidi, por ser una tecnología replicable, demostró más tarde en Haití, su capacidad para encauzar el socorro y la ayuda humanitaria tras el terrible terremoto de 2010. Hoy es una compañía tecnológica sin ánimo de lucro que desarrolla software libre y de código abierto para la recogida de información, visualización y realización de mapas interactivos…

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