POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 192

Manifestante por las protestas por la cumbre del G7 celebrada en Biarritz, Francia (Hendaya, 24 de agosto de 2019). MACIEJ LUCZNIEWSKI/NURPHOTO/GETTY

La brecha global: los ganadores y los excluidos

La globalización no es un fenómeno unificado que debe adoptarse a gran escala o rechazarse por completo. Es necesario un análisis más equilibrado de sus ventajas e inconvenientes.
Paul Collier
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La globalización ha sido un poderoso motor para mejorar el nivel de vida. Los economistas, que en muchos asuntos de políticas públicas están divididos, han estado prácticamente de acuerdo en esta afirmación. Pero el consejo continuo de los economistas ha perdido la confianza del público. En parte, el gremio ha perdido su “licencia para operar” como resultado de la crisis económica global, si bien hay una razón más concreta: nuestro entusiasmo por la globalización no ha estado suficientemente matizado, lo cual es curioso porque “globalización” no es siquiera un concepto económico. Se trata de una amalgama periodística de procesos económicos radicalmente diferentes que es muy poco probable que tengan efectos comunes, y mucho menos que sean benignos a escala global.

El sector ha sido poco honesto, temeroso de que cualquier crítica fortaleciera al populismo, de modo que no se ha hecho demasiado sobre los aspectos negativos de estos diferentes procesos. Pero las desventajas eran evidentes para los ciudadanos corrientes, y ver a los economistas negándolas ha provocado en la gente un amplio rechazo a escuchar a los “expertos”. Para que mi profesión recupere la credibilidad debemos proporcionar un análisis más equilibrado, en el que las desventajas se reconozcan y se evalúen de manera apropiada, con vistas a plantear respuestas políticas que las aborden. Nos puede resultar más útil el mea culpa que continuar con las defensas indignadas de la globalización.

 

El mea culpa del comercio

El mea culpa empieza por el comercio, que provoca importantes redistribuciones tanto dentro de las sociedades como entre ellas. Dentro, la proposición de la ventaja comparativa nos dice que, como el comercio ocasiona beneficios mutuos, con la adecuada compensación mediante la redistribución, en cada sociedad sería posible hacer que todo el mundo mejorara su situación. En mi profesión, hemos pasado de esa proposición verdadera…

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