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Cómo viajamos del átomo al ‘byte’ pasando por la nube

Lluis Amiguet Molina
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La evolución adaptativa no está ya tanto en cómo seremos, sino en lo que haremos. Y lo que hacemos tiene cada vez más que ver con la vida virtual que con la real. En ella, la función vuelve a crear el órgano. La cultura nos ha llevado al grado cero de la evolución fisiológica.

 

Cruzamos transacciones de billones de euros en décimas de segundo transformándolas en billones de terabytes de información, que arruinan o recuperan a países enteros, pero sin llegar a materializarlas nunca en átomos.

 

Y libramos guerras invadiendo los sistemas informáticos del enemigo dejándolo sin flujo de información, como la unidad de guerra digital china cuando atacó hace unos días a The New York Times y paralizó su web, ocasionándole graves pérdidas para responder a su cobertura informativa de la sucesión en el Partido Comunista chino. Son batallas de hackers en las que no es que no haya víctimas humanas, es que a menudo no llegan a materializarse los daños. Los combates se suceden en un escenario imposible de visualizar sin asomarnos a la ventana de la conexión online con el mundo virtual.

 

Y en la guerra real, los pilotos de los drones americanos fueron entrenados como arriesgados pilotos de combate, pero para ellos, la batalla se ha convertido en un vídeojuego en el que solo la parte contraria puede morir. El bando más avanzado de esas contiendas ya lucha de modo virtual.

 

Pero si los drones, en vez de a presuntos terroristas en Estados fallidos apuntaran a ciudades de países tecnológicamente avanzados, el país invadido neutralizaría con otro dron al del enemigo.Y entonces la guerra sería un puro juego incruento de pantalla para todos…

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