POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 136

El aliado que Obama busca en Europa

Juan Tovar
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Ha llegado el momento de reconstruir la relación transatlántica sobre la base del realismo y no de las utopías. Ni el poder de atracción de los emergentes ni el giro al Pacífico son hoy suficientes para crear una nueva alianza que eclipse definitivamente a Europa.

En abril de 2009, en la Cumbre Estados Unidos-Unión Europea celebrada en Praga, Barack Obama deleitó a su seguidores europeos con uno de los discursos más vibrantes que se recuerdan, y que versó sobre uno de sus desafíos transnacionales favoritos: la desnuclearización. En aquel momento, buena parte de los europeos esperaba con fervor que el nuevo presidente estadounidense les tendiese la mano, como ya había anunciado en su discurso de toma de posesión (enero de 2009), incluso hacia aquellos Estados autocráticos, aislados y marginados por la administración precedente.
La mayoría de los líderes europeos auguraba una renovada relación transatlántica, y destacados dirigentes como el presidente de la Comisión Europea José Manuel Durão Barroso o el entonces alto representante de la UE Javier Solana calificaron públicamente al presidente Obama como una suerte de paladín del multilateralismo. Pero las cosas no siempre salen como uno pretende. Ya a principios de 2009, los europeos se mostraron más reacios de lo que se esperaba a ofrecer la ayuda que Estados Unidos necesitaba para llevar a buen puerto el conflicto de Afganistán y otras cuestiones de seguridad internacional. Obama se dio de bruces contra una pared infranqueable y la armonía que parecía existir entre ambas orillas del Atlántico se quebró de nuevo.
Se escucharon entonces voces recomendando la necesidad de adaptar y construir una nueva relación transatlántica sobre la base de un realismo compartido y no de utopías como la inexistente armonía -o convergencia no ocasional- de intereses o un multilateralismo que per se no aportarían nada a los objetivos…

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