AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 46

El EI y la persecución de chiíes y otras minorías

Bruce Riedel
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La división y la violencia sectarias, animadas por Irán y Arabia Saudí, se están descontrolando, en una vorágine que atraviesa el mundo islámico.

El grupo Estado Islámico de Irak y el Levante (EI) y sus hordas regionales han cometido enormes atrocidades contra los musulmanes chiíes, los cristianos y otras comunidades religiosas minoritarias de Irak, Siria y Libia, entre otros lugares. Su propaganda se deleita con la violencia, y fomenta la perpetración de masacres aún más extremas. Con frecuencia se destruyen monumentos antiguos, tachados de anti-islámicos. Las raíces de este extremismo sectario ahondan en la historia suní, pero también son modernas, dada la propia historia del EI. Pero, por encima de todo, son el legado de Abu Musab al Zarqaui, el jordano que fundó la rama iraquí de Al Qaeda hace una década.

La disputa entre suníes y chiíes se remonta a los comienzos del islam y radica en la sucesión del profeta Mahoma. Sin embargo, durante la mayor parte de la historia del islam, ambas sectas han convivido en armonía: numerosos eruditos islámicos y líderes seculares llaman a la tolerancia, y el matrimonio entre sectas no es algo insólito. Benazir Bhutto, la líder y mártir paquistaní, era hija de un matrimonio mixto.

Pero, también ha habido periodos de violencia y lucha sectaria. En 1801, el ejército wahabí de Arabia Saudí, liderado por Abdul Aziz Bin Muhammad Al Saud, saqueó la ciudad santa chií de Kerbala, destruyó las tumbas de Alí y Husein y masacró a la población chií. Aunque la otra ciudad santa, Nayaf, fue sitiada, no lograron tomarla. La veneración de Alí y Husein violaba el estricto credo wahabí del unitarismo y su creencia de que solo se debería alabar a Dios. Cuando las modernas fuerzas armadas saudíes tomaron La Meca en 1924, se eliminaron de la Gran Mezquita…

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