AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 28

El gran potencial del cómic marroquí

Jaouad Diouri
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El panorama del cómic presenta oportunidades. El talento y los lectores están ahí, falta encontrar los medios para acercarlos y reconciliarlos.

 

Las primeras producciones del cómic en Marruecos, cuya historia es reciente, se remontan a principios de los años sesenta; en aquel entonces eran ilustraciones en algunas láminas de los periódicos (La fin, Saleté de santé, Jil Al Hazikine, Tekchab de Hamid Buhali y Satirix con Mohamed Filali) y cuentos episódicos.
En 1979 aparece el álbum Il était une fois … Hassan II que alababa al régimen, obra de Serge Saint-Michel, Bernard Duffosé y Philippe Sternis, en ediciones Fayolle. Pero los que seducen a la juventud marroquí y alimentan su imaginación son los clásicos que proceden de Francia, de carácter educativo o recreativo (Zambla, Bleck, Tintín, Asterix, Popeye, Los pitufos, Titeuf, Mickey, Pif y El tío Gilito). Por otra parte, van a desempeñar un papel importante en la consolidación del nivel de la lengua heredada del colonialismo y a constituir una herramienta pedagógica nada despreciable en la formación de la nueva élite del Marruecos independiente. Pero con la instauración de la política de arabización en 1984, el cómic árabe (procedente en gran parte de los países del Golfo y de Líbano) va a enriquecer el mercado para competir con el cómic francófono e incluso sustituirlo. Esto no impedirá el regreso del cómic francófono como herramienta de enseñanza del francés en los libros escolares (la serie A grands pas lanzada por el Ministerio de Educación Nacional sólo dura algunos años).

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