POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 68

El impeachment de Clinton

Editorial
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Puede el mundo permitirse la ausencia de liderazgo en la Casa Blanca? ¿Puede el sistema político del país más poderoso del mundo moverse impulsado por el odio? ¿Puede un presidente de Estados Unidos jugar con el prestigio de su cargo? El caso Lewinsky ha concluido, pero sus consecuencias no terminan con la votación del Senado, favorable al presidente. La distracción provocada durante un año por este incidente contribuye a explicar la pérdida de rumbo de la política exterior de la única superpotencia, el ajuste de cuentas interno en su vida política y la psicología de William Jefferson Clinton. Pero, además, es revelador de algunos peligrosos excesos, que pueden llegar a amenazar la estabilidad política de las democracias en un fin de siglo que requiere más que nunca líderes dotados de ideas aclaras y capacidad para entrever el futuro.

La Constitución de Estados Unidos sale del caso reforzando su prestigio: es la única vencedora. Su brevedad se corresponde en proporción inversa a la fortaleza de su sistema político. Pero la supervivencia de sus instituciones choca hoy con el perverso funcionamiento de algunos engranajes políticos y con la degradación inquietante de la calidad de ciertos dirigentes. El proceder del inquisidor Starr, la aparición de intereses particulares incitando a un fiscal a rastrear en las vidas privadas, el papel de una prensa que utiliza falazmente el argumento del derecho a la información para renunciar al ejercicio de su responsabilidad, y la pérdida de sentido de la realidad que parece mostrar el hombre más poderoso del mundo, son indicadores de los nuevos peligros. Algunos colaboradores de Política Exterior han escrito recientemente sobre el peso del dinero en las campañas electorales, la influencia a veces nefasta de la televisión, la defensa creciente de la imagen –siempre la imagen– frente al peso propio de las ideas….

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