POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 6

El interludio de Gorbachov

Cornelius Castoriadis
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De todos los países industrializados, Rusia sigue siendo el principal candidato a una revolución social”1. En mi opinión, lo que escribí hace diez años conserva plenamente su vigencia. En el presente trabajo sostengo que sólo dentro de muy estrechos márgenes pueden los intentos de Gorbachov de “reformar” la sociedad rusa significar algún cambio sustancial sin desatar una gran crisis social, étnica y política o sin provocar (en respuesta o como anticipación a tal crisis) una reacción del establishment militar o del Partido, dirigida a la emasculación de las “reformas”, o a la asignación del señor Gorbachov a alguna planta hidroeléctrica de la región del Lena. En pocas palabras: o el pueblo permanecerá pasivo (como lo ha hecho hasta hoy) y los posibles efectos de la Gorbachovchina serán muy limitados; o el pueblo comenzará a moverse, en cuyo caso o el asunto se le irá de las manos a Gorbachov o habrá una reacción (preventiva o correctiva, no necesariamente exitosa) en China aún más radical. La ilusión Gorbachov es la idea (predominante hoy en Occidente, compartida quizá por Gorbachov mismo) de que, en un país como la Rusia de hoy, se pueden introducir reformas sustanciales rigurosamente desde arriba; que se puede ordenar a la gente que actúe por ella misma mientras se la restringe a ciertos límites vagos e indefinidos (y más amenazadores por lo tanto); que se puede retener el poder absoluto sobre la burocracia mientras se desmantelan las bases económicas y sociales de dicho poder. Para resumir: que se puede, como el Dios de Descartes, poner en movimiento una sociedad de un capirotazo y que se puede cambiar el sistema sin cambiarlo.

Ha habido, a no dudarlo, sociedades y períodos históricos en que un faraón, un Hammurabi, un emperador romano, un Pedro el Grande o una Catalina…

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