POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 134

Elecciones en Irak. La última baza de EE UU

Pedro Rojo Pérez
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Siete años después de que el ejército estadounidense y sus aliados invadiesen Irak para traer «libertad y democracia», como proclamó el entonces presidente George W. Bush, ambos principios están muy lejos de hacer honor a su definición, al menos según los estándares aceptados en el Occidente libre y democrático.

A las puertas de las elecciones legislativas del 7 de marzo, varios interrogantes se ciernen sobre estos comicios. Sobre la «libertad», concepto previo necesario para un buen funcionamiento democrático, sólo apuntar que en Irak hasta 2009 no había libertad de movimiento, ya que la segregación sectaria impuesta tras 2003 hizo que los suníes se jugasen la vida al pasar los controles de policía de las milicias chiíes, o que un ciudadano chií no pudiese cruzar los barrios controlados por Al Qaeda. Aun con la relativa mejora de la seguridad, no hay libertad de movimientos en el «nuevo Irak», pues cualquier ciudadano no residente en las tres provincias del Kurdistán iraquí necesita una invitación para poder visitar esa región de su país. Esta mejora de la seguridad no ha permitido la vuelta de los cinco millones de desplazados iraquíes, entre internos y refugiados en el exterior, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) que sitúan a Irak como el país del mundo con mayor número de personas que han tenido que abandonar sus hogares.

Irak se ha convertido en estos seis años en el país más peligroso de la historia para los periodistas, con al menos 140 muertes y constantes acosos e intimidaciones por parte de las fuerzas de seguridad y de las distintas milicias que actúan en su territorio, como denunció el representante de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra a mediados de febrero de 2010. La libertad…

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