POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 128

Entre Jerusalén y Teherán

Editorial
 | 

Con los palestinos de Al Fatah y Hamás divididos y una coalición de gobierno incierta en Israel, el conflicto árabe-israelí sigue siendo el principal asunto de la agenda internacional. La inestabilidad de Líbano –que celebra elecciones en primavera–, la retirada de tropas de Irak, la reintegración internacional de Siria, el programa nuclear de Irán –con elecciones en junio– y el papel de este país a la hora de apaciguar Afganistán –con elecciones en agosto– son asuntos que requieren soluciones propias, pero ninguna será duradera mientras no se resuelva el gran conflicto de Oriente Próximo. El esfuerzo internacional para pacificar la región incluye a Estados Unidos y la Unión Europea en la misma medida que a potencias regionales como Turquía y Egipto y la participación activa de rusos y chinos.

Tras la guerra de Gaza y las elecciones israelíes del 10 de febrero, las partes están hoy ensimismadas en una lidia política interna que en ambos casos debería concluir con un gobierno de unidad nacional. En un giro imprevisto, el líder del Likud, Benjamin Netanyahu, ha decidido alejarse de la extrema derecha y proponer un gobierno centrista de coalición a Kadima y el Partido Laborista. De momento, los deseos de Barack Obama han sido atendidos por su gran aliado en Oriente Próximo. Está por ver si la coalición finalmente sale adelante y por cuánto tiempo. Para los palestinos urge algún tipo de arreglo entre el gobierno de Hamás en Gaza, con un creciente apoyo en la calle, y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) presidida por Mahmud Abbas. El analista Mouin Rabbani afirma en estas páginas que nada de esto será posible mientras un deslegitimado Abbas permanezca al frente de la ANP.

En este escenario, nadie se atreve a poner de nuevo sobre la mesa el proceso de paz en Oriente Próximo. En…

PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO