INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 1025

ISPE 1025. 6 marzo 2017

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En 2000, la población inmigrante en Australia representaba el 23% del total. Hoy, gracias a sus políticas de concesión de visados temporales a profesionales cualificados –arquitectos, programadores, médicos, científicos…– esa cifra es del 28% y crece a una tasa del 1% anual. Un 70% –unos 700.000, el 7% de su fuerza laboral– tiene educación superior. La inmigración representa un 30% del crecimiento económico.

Pero aunque las políticas inmigratorias selectivas de la Australia blanca  terminaron oficialmente en 1973, se han mantenido muchas veces en la práctica. Aunque los musulmanes suponen el 2,2% de la población, el 49% quiere que el gobierno prohíba la inmigración de países islámicos, una forma de xenofobia selectiva. En Canadá, el país desarrollado que, con Suecia, es el que más refugiados recibe en relación a su población, el 25% quiere que Ottawa restrinja la llegada de musulmanes. El gobierno del exprimer ministro Stephen Harper prohibió el velo islámico en ceremonias e instituciones públicas y advirtió en 2011 que la “islamización” era la mayor amenaza que pendía sobre el país. En 2015 intervino personalmente para ralentizar la entrada de refugiados sirios y priorizó el ingreso de cristianos iraquíes.

En Europa la islamofobia es una de las banderas predilectas de la francesa Marine Le Pen, y del holandés Geert Wilders, quien propone cerrar todas las mezquitas del país y prohibir la venta del Corán. En Alemania la importante minoría de origen turco apenas tiene presencia en la clase política, los medios de comunicación o las altas esferas corporativas.

En EEUU la población musulmana supone solo el 1% del total, pero Steve Bannon, asesor de Donald Trump, sostuvo en un seminario en 2014 en el Vaticano que Occidente está en las “fases iniciales de una guerra global contra el fascismo islámico”. En su visión, el islam…

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