INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 793

#ISPE 793. 14 mayo 2012

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Cuando ya se había anunciado públicamente la convocatoria de elecciones anticipadas para el 4 de septiembre, la agenda política israelí dio uno de sus acostumbrados giros sorpresa con la noticia de que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y el nuevo líder del partido Kadima, Shaul Mofaz, habían llegado a un acuerdo para formar un gobierno de unidad nacional, el de base más amplia de la historia israelí.

Con la primera medida, Netanyahu pretendía aprovechar que los sondeos lo sitúan como el líder preferido por dos de cada tres votantes y a su partido, el Likud, con una perspectiva de aumentar su presencia en la Knesset hasta los 32 escaños, frente a los 27 con los que cuenta actualmente. Al mismo tiempo, trataba de evitar el impacto negativo para el Likud del próximo debate parlamentario de la Ley Tal, que permite a unos 60.000 estudiantes de seminarios ultraortodoxos librarse del servicio militar. Ahora su posición sale aún más reforzada. En primer lugar, porque demuestra su liderazgo, aglutinando 96 escaños –de un total de 120– en la Knesset y ampliando su horizonte político hasta octubre de 2013, cuando termina la legislatura.

Adicionalmente, frena el posible tirón electoral que puede suponer una nueva fuerza como Yesh Atid (Hay Futuro), liderada por el periodista Fair Lapid, al que las encuestas ya daban hasta 11 escaños. No menos importante es el hecho de que Netanyahu ya no dependerá del apoyo de los sectores más extremistas del Likud, especialmente de los que mantienen vínculos con los partidos ultraortodoxos y los colonos de los territorios ocupados.

Por su parte, Mofaz, exministro de Defensa nacido en Teherán y que ha mantenido una actitud reticente ante cualquier acción militar unilateral contra Irán, parece haber decidido incorporarse al gobierno –aunque será el único representante en el gabinete de…

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