INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 828

#ISPE 828. 4 febrero 2013

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La reciente visita a Pekín de Natsuo Yamaguchi, enviado especial del primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha atenuado las tensiones entre los dos gigantes asiáticos. En las últimas semanas, la escalada de proclamas ultranacionalistas en ambos países por la disputa de unos islotes que los chinos llaman Dioayou y los japoneses Senkaku, llevó a The Economist a calificar de “prebélica” la atmósfera política en el Pacífico occidental.

Aunque Japón controla las islas desde 1895, China nunca ha reconocido su soberanía sobre ellas. De hecho, el nuevo líder chino, Xi Jinping, ha pedido a Tokio “resolver el problema a través del diálogo y las negociaciones”. Japón ni siquiera reconoce que exista un problema.

En contraste con Europa, en Asia el progreso económico y la apertura comercial no han ido acompañados de una mayor integración política regional sino del resurgimiento de las disputas territoriales y las carreras armamentísticas. La Armada japonesa tiene hoy cuatro veces más barcos de guerra de gran calado que la Royal Navy británica. Diez días después de suceder a Hu Jintao, Xi anunció en una base militar en Guangdong el primer aterrizaje exitoso de un avión de combate en el nuevo portaaviones chino.

La memoria histórica pesa como una losa sobre el presente de la región. Hoy cuatro de los nuevos líderes del noreste asiático son herederos de viejas dinastías políticas. El líder norcoreano, Kim Jong-un, es nieto de Kim Il-sung, el fundador del Estado cuyo culto a la personalidad surgió de su supuesto papel heroico en la lucha contra los colonialistas japoneses.

Xi, a su vez, es hijo de Xi Zhongxun, camarada de Mao y fundador de la República Popular, cuya legitimidad proviene también de su resistencia ante el imperialismo japonés. Por su parte, Abe es nieto de Nobusuke Kishi, miembro del gabinete…

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