INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 939

#ISPE 939. 25 mayo 2015

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Inmediatamente después de que terminara la reunión en Camp David el 14 de mayo entre Barack Obama y altos representantes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG: Arabia Saudí, Kuwait, Omán, Catar, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos), el gobierno de Riad anunció que obtendrá la mismas capacidades nucleares que Irán si se alcanza un acuerdo con el G-5+1. Era una clara muestra de la contrariedad saudí por la negativa de Washington a firmar con el CCG un pacto formal de defensa mutua como el que tiene la superpotencia con Japón y Corea del Sur.

La declaración final se refirió a la “sólida asociación” entre EE UU y el CCG, pero Obama subrayó que el objetivo del fortalecimiento de su cooperación en materia de seguridad no era “perpetuar una confrontación o marginar a Irán en la región”. Ante ese previsible desenlace, el rey Salman de Arabia Saudí optó por no ir a Camp David, mientras que el rey Hamad bin Isa al Jalifa de Bahréin, prefirió asistir a una exhibición hípica en Londres. El CCG teme, quizá más que al acuerdo nuclear con Irán, que el fin de las sanciones fortalezca la economía iraní y, sobre todo, que implique el regreso de la política de los “dos pilares” que EE UU mantuvo hasta 1979 en Oriente Próximo.

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El eventual retorno a esa relación equidistante de Washington con Teherán y Riad desvela a los saudíes. Debido al boom de los hidrocarburos no convencionales, las importaciones de petróleo saudí de EE UU han caído por debajo del millón de barriles diarios (mbd), frente a los tres mbd que hoy recibe de Canadá. Riad teme que esa creciente independencia energética de Washington debilite una relación que ha sobrevivido al embargo petrolero de la OPEP de 1973, el conflicto palestino-israelí,…

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