INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 976

ISPE 976. 29 febrero 2016

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La economía mundial ha cambiado de forma drástica con la aparición de las nuevas tecnologías de la información (TIC). Sectores enteros se han transformado, desde la banca y las finanzas a los viajes, el comercio, la música y los medios de comunicación. Gran parte de sus costes operativos se han visto espectacularmente recortados. Lo extraño es que toda esa revolución no ha provocado una ganancia neta de productividad.

En el Financial Times, Martin Wolf sostiene, por ejemplo, que la llegada de internet y los teléfonos móviles no ha servido para generar una recuperación de las tasas de productividad, anémicas en los últimos 20 años. The Economist, por su parte, afirma que resulta embarazoso que la revolución tecnológica se haya visto acompañada por el descenso de la tasa de aumento de la productividad. Mientras que el output por hora trabajada en Estados Unidos creció un 3% entre 1956 y 1966, entre 1995 y 2005 creció solo el 2,5%. Desde 2010 esa tasa ronda apenas el 1%.

Según Wolf, la cifra es insignificante si se compara con el impacto de otras tecnologías como la electricidad, el teléfono, el motor de combustión o el avión, que tuvieron consecuencias radicales en el trabajo y la productividad. Por extraño que parezca, una de las razones puede deberse a que las TIC han destruido mucho empleo. De hecho, hasta ahora la revolución digital no ha sido capaz de cumplir su promesa de em­pleos más remunerados.

Al contrario, la economía digital, lejos de aumentar los sueldos medios, lo que elevaría la productividad, los está reduciendo para la mayoría de emplea­dos. Solo los trabajadores de élite han visto crecer sus ingresos. Entre 1991 y 2012 el crecimiento medio anual de los salarios en Reino Unido fue del 1,5% y en EE UU del 1%, una tasa…

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