POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 93

La crisis del islam, según Bernard Lewis

Francis Ghilès
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La destrucción de las torres del World Trade Center en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 sigue siendo un acontecimiento emblemático del dogmático y peligroso rechazo de la modernidad en favor del regreso a un pasado sacralizado por grandes segmentos del mundo islámico.

Ese tipo de actos nace de la frustración y del resentimiento que sienten muchos musulmanes al contemplar el estado de pobreza en el que viven, a pesar de la inmensa riqueza generada por la explotación de sus recursos petrolíferos; de la ausencia de libertad que soportan, en contraste con la que tienen a su disposición otras sociedades del resto del mundo, y que aprecian cada noche cuando sintonizan los canales de televisión occidentales; de la amarga derrota con la que concluyó la guerra árabe-israelí de 1967 y la humillación que sufre desde entonces el pueblo palestino; y de la ansiedad ante el derrocamiento del cruel dictador iraquí por las tropas de Estados Unidos y Reino Unido en vez de por los esfuerzos de la Liga Árabe.

El rechazo de ideas innovadoras no es un problema sólo musulmán. Las ideas que, a través del Renacimiento, la Reforma, la Ilustración y la revolución industrial han configurado el mundo moderno no fueron acogidas con la misma convicción en todos los lugares. En algún momento en torno al siglo XVIII, Gran Bretaña, luego Francia y América del Norte despegaron hacia otro mundo, progresivamente secular, tolerante e industrializado que dejó al resto conmocionado ante las consecuencias que producirían esos cambios. Algunas sociedades no tuvieron otra opción que seguir esa corriente, aunque esperando contener –o al menos atenuar– el impacto provocado por su encuentro con la civilización occidental. Unas no se han recuperado de la colonización (África), otras se han ajustado con un éxito sólo relativo (América Latina); sin embargo, otras…

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