POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 11

La deuda externa latinoamericana y la ‘involuntaria’ recomposición de la cooperación internacional

Guillermo de la Dehesa y José Juan Ruiz
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«El último de cada siete años concederás remisión. He aquí cómo ha de hacerse la remisión: Todo acreedor que posea una prenda por préstamo hecho a su prójimo la soltará; no apremiará a su prójimo ni a su Hermano, puesto que se ha proclamado la remisión en honor a Yahveh. Podrás apremiar al extranjero, pero tu mano hará remisión de lo que tu hermano te debe (…). Cuando Yahveh, tu Dios, te bendiga (…), prestarás a muchas naciones y tú no tendrás que tomar prestado de nadie, dominarás a numerosas naciones, y ellas no te dominarán a ti.» (Deuteronomio 15, 1-6)

 

Desde la declaración unilateral de moratoria de México en agosto de 1982, casi se han cumplido los siete años prescritos en el Deuteronomio para proceder a la remisión. Las recientes y todavía no desarrolladas sugerencias del secretario del Tesoro norteamericano y la declaración aprobada por los ministros de Economía y Finanzas europeos en el ECOFIN del pasado mes de marzo parecen indicar que estamos a las puertas de que el mandato bíblico se aplique no a las deudas internas, sino a parte de la voluminosa deuda externa que los países en desarrollo, y entre ellos especialmente los países latinoamericanos, acumularon en los últimos años de la década de los setenta y primeros ochenta. Más de dos mil años de civilización occidental, y quizá sobre todo la interdependencia creciente de las economías, habrán al menos servido para borrar la distinción que entre hermano y extranjero realizaba el versículo bíblico.

El cambio de actitud esbozado por los principales Gobiernos acreedores, admitiendo por primera vez desde el estallido de la crisis que las reducciones voluntarias de deuda y de carga de intereses tienen que jugar un papel destacado en la solución del dramático y explosivo problema, no es en modo alguno…

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