AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 31

Marruecos: una Constitución para la continuidad

Bernabé López
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Aunque la nueva Carta Magna no aporta muchos cambios, la caída de tabúes anuncia reajustes de la escena política. Éste es uno de los logros del Movimiento 20 de febrero.

Podría decirse que Marruecos ha sido el país que ha reaccionado con mayor rapidez, flexibilidad e inteligencia a la presión de las demandas del movimiento de protesta conocido como Primavera árabe. Conviene, sin embargo, no caer en la complacencia de quienes han saludado anticipadamente esa reacción, ya sea desde las cancillerías occidentales o desde las poltronas gubernamentales en que están instalados la mayoría de los partidos políticos marroquíes.

Nadie puede negar que la premura con la que Mohamed VI respondió a los jóvenes que se manifestaron en 53 ciudades de Marruecos el domingo 20 de febrero, fecha que dio nombre al movimiento que se inició entonces, fue una operación oportuna y eficaz, saludada por todos los observadores dentro y fuera del país. Su discurso del 9 de marzo abrió esperanzas de cambio, precedido de algunos signos de distensión de la vida política como la liberación de casi dos centenares de presos de conciencia o la transformación del Consejo Consultivo de Derechos Humanos en un Consejo Nacional con mayores competencias, a cuyo frente se colocó a dos personalidades de sensibilidad de izquierdas, Driss el Yazami, presidente del ente que coordina la representación de los marroquíes en el extranjero, y Mohamed Sebbar, ligado al Foro de Verdad y Justicia y a la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, la más radical de las asociaciones de este género…

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