POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 129

Obama, América Latina, España. Un espacio atlántico ampliado al sur

Editorial
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Un espacio atlántico ampliado al Sur.

Hay pocas embajadas en las que España sea una potencia de verdad: la primera de ellas es La Habana, después, quizá, Buenos Aires, México DF, Santiago… Al otro lado del Atlántico y en otro orden geopolítico, Rabat. Los espacios exteriores de España, los que le dan proyección global, son Europa, América Latina y el Mediterráneo. El peso de Estados Unidos en Latinoamérica es enorme, por su proximidad, pero fundamentalmente por el comercio y los flujos de capital. El peso de España a través de la cultura, relaciones políticas y sociales basadas en la confianza mutua, una presencia empresarial de primer nivel y un volumen creciente de ayuda al desarrollo, es reconocido por los países latinoamericanos y nos aproxima a Estados Unidos como primer actor en la región.

La influencia profunda de las sociedades es muy superior, en capacidad de permanencia, a la de los cambios políticos, generalmente más superficiales. España ha perdido ya su influencia en Filipinas o en el golfo de Guinea, pero se ha consolidado y es indiscutible en América Latina, también por la condición de miembro de la Unión Europea.

Grandes empresas españolas, desde Telefónica a Banco Santander, BBVA e Iberdrola, junto a las compañías promotoras del turismo, no sólo tour operadores, trabajan en la región desde hace más de una década. Ahora les llega el turno a las energías renovables, a las empresas de infraestructuras, sectores en los que España ha demostrado competitividad a escala global. Para esto es necesario trabajar todos los días, también muchas noches. Una mínima cesión en ese esfuerzo cotidiano es inmediatamente ocupado por un rival, sea norteamericano, europeo o asiático. Y América Latina ha dejado de ser ámbito de actuación en exclusiva para EE UU. El crecimiento de China como mercado para las exportaciones latinoamericanas es exponencial. China además se está convirtiendo en inversor. Ahora han llegado Rusia e Irán, con inversiones en defensa y energía.

Pero los mayores cambios en el subcontinente se han producido en su interior y son de orden político. “Durante la pasada década Latinoamérica se ha convertido en la región más progresista del mundo”, afirmaba Noam Chomsky en el New York

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