POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 11

Permanencia del esquema maoísta en China

Ricardo Paseyro
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Los sucesos de China continental han cogido de improviso a los observadores internacionales; la represión del movimiento que tuvo su foco en la plaza Tienanmen les desconcertó no menos que su estallido.

Las imágenes de la soldadesca desatada contra los jóvenes inermes han hecho perder momentáneamente a los dignatarios chinos el prejuicio favorable que los europeos acuerdan por principio a los líderes comunistas, cualesquiera sean. Desde mayo último todos los reportajes, crónicas y análisis relativos a la China Popular traducen un sincero asombro ante la reacción de Deng y su equipo. Si nadie podía prever la hora y el lugar en que la crisis latente alcanzaría su clímax, el mostrarse sorprendido por su desenlace revela, en cambio, una curiosa ignorancia del comunismo.

Para pensar con rectitud, enseña Confucio, «hace falta que las denominaciones sean correctas». Ocurre en este caso lo contrario. Los expertos del mundo libre aplican a los regímenes pretendidos socialistas, incluso el chino, los esquemas, calificativos y conceptos que sólo cabe emplear a propósito de las sociedades liberales. Tan defectuoso método induce a error y engendra falsos cálculos políticos.

A fuerza de imaginar torneos entre «duros» y «blandos», «conservadores» y «renovadores», «progresistas» y «moderados», «integristas» y «liberales», se olvida que se habla de comunistas. Echemos, pues, al canasto una terminología que se superpone, ocultándolo, al único lenguaje capaz de transcribir correctamente la actitud y la mentalidad de los gobernantes chinos. Sus clásicos —Lenin, Stalin, Mao Zedong— han establecido el catálogo de faltas nefandas: el extremismo de izquierda, la desviación pequeño-burguesa o derechista, el «fraccionismo», el revisionismo, el reformismo social-democrático, la polución ideológica, el espíritu antipartido o contrarrevolucionario, el oportunismo, etcétera. Las autoridades chinas han utilizado copiosamente este vocabulario a propósito de los adictos a la «primavera de Pekín». En dos palabras: los comunistas chinos continúan juzgando la realidad…

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