Editorial: Catarata
Fecha: 2014
Páginas: 176
Lugar: Madrid

¿Quién gobierna en Europa?

José Ignacio Torreblanca
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José Ignacio Torreblanca ha escrito un libro necesario. ¿Quién gobierna en Europa? es una lectura urgente, porque analiza la crisis de identidad de la Unión Europea, especialmente aguda tras las elecciones del 25 de mayo. También es una lectura importante, porque defiende la necesidad de profundizar en el proceso de integración europea sin esconder las miserias de la UE. Los argumentos en contra o a favor de la Unión suelen tener un carácter simplista, por lo que se agradece este análisis matizado.

En lo que a la crisis de la UE respecta, el libro debiera ser una lectura obligada. Mark Blyth ha desgranado los problemas que presentan las políticas de austeridad con una precisión difícil de superar. Lo mismo puede decirse de David Stuckler y Sanjay Basu en lo que respecta al impacto social de los recortes. Los lectores que busquen una crónica del proceso que llevó al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero a aplicar recortes harían bien en leerse las memorias del expresidente, sorprendentemente sinceras. Pero el lector interesado en todo lo anterior encontrará en ¿Quién gobierna en Europa? una introducción excelente, escrita de forma amena y accesible. Como ya demostró en su anterior libro, La fragmentación del poder europeo, Torreblanca es un incansable agitador del europeísmo crítico y constructivo.

En esta ocasión, el autor observa acertadamente que la situación actual de Europa tiene su origen en la crisis de 2008. De 2010 en adelante ha resultado cada vez más evidente que el euro, inspirado en el antiguo marco alemán, sufre problemas de diseño considerables. A la hora de rescatar a Grecia, la reacción alemana, tardía y renqueante, provocó un efecto de contagio en la periferia de la zona euro que ha resultado tan devastador como innecesario. Solo el Banco Central Europeo, de la mano de Mario Draghi, ha adquirido un papel federal –y “federador”– a partir de 2012.

Nada de esto es nuevo, pero el autor lo resume añadiendo observaciones originales. Una de ellas es que los españoles, fieles discípulos de Ortega y Gasset (“España es el problema, Europa es la solución”), caímos en una forma poco sana de europeísmo acrítico. De repente Bruselas ha exigido austeridad, y la valoración de la UE en España ha experimentado el mayor descenso de todos los Estados miembros desde que empezó la crisis. Por suerte nadie ha propuesto un remedio xenófobo para los males patrios (toquemos madera).

Pero otros países sí lo han hecho. Los últimos seis años han presenciado el resurgir de un nacionalismo desagradable y cada vez más extendido. Los “verdaderos” finlandeses no quieren rescatar a Portugal, extremistas austriacos describen la UE como un “conglomerado de negros”, el eurófobo Nigel Farage gana adeptos en Reino Unido y Marine Le Pen achaca las desventuras de la République a que algunos inmigrantes se nieguen a comer cerdo. Todo esto constituye, como Kurt Schumacher dijo del nazismo, una apelación constante al cerdo interior del ser humano. Un panorama dantesco que solo ofrece dos salidas: la vuelta a los Estados soberanos, como propone la ultraderecha, o una Europa federal que enmiende sus fallos.

Es una lástima que el libro de Torreblanca se publicase antes de la sorpresa electoral de Podemos. El partido de Pablo Iglesias abunda en críticas a Angela Merkel, pero no es euroescéptico. Tal vez la disyuntiva que plantea Torreblanca no sea tan rígida: el autor afirma que, de quedarse fuera de la UE, sería imposible gozar de libertad de movimiento a través de Europa. Pero tanto Suiza como Noruega forman parte del Acuerdo de Schengen sin ser miembros de la UE. En cualquier caso, es cierto que Bruselas necesita reformas, y la llamada del autor para una unión más democrática y más representativa no debe caer en oídos sordos.

Torreblanca se confiesa parte de una decreciente “élite de conspiradores europeístas”. Este reseñista también se considera europeísta, pero comienza a dudar de sus convicciones. ¿Tiene sentido que lituanos, tiroleses, chipriotas y canarios formen parte de un mismo Estado? ¿Puede el proyecto europeo prosperar con los miembros de su periferia aplastados por recortes y los de su centro votando a alternativas chovinistas? Un “no” como respuesta a cualquiera de estas dos preguntas plantearía problemas de difícil solución.

Como Torreblanca reconoce, la pelota está en manos de Alemania. Si Angela Merkel la manejase con la misma habilidad que su selección, otro gallo cantaría en esta Europa confusa. Mientras Berlín delibera, el resto de la Unión haría bien en leer este libro.