AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 49

Túnez, balance muy controvertido de la transición

Khadija Mohsen-Finan
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Aunque no se hayan alcanzado los objetivos de la revolución y el país esté debilitado por el terrorismo, es difícil decir que no ha cambiado nada.

 

El periodo posterior a la marcha de Zine El Abidine Ben Ali fue esperanzador. Parecía que los tunecinos participaban en una vida política que renacía de sus cenizas tras años de letargo y de inmovilismo político. Antes incluso de la salida de Ben Ali, y después de la inmolación de Mohamed Buazizi el 17 de diciembre de 2010, la calle tunecina se había convertido en el escenario de la vida política. Rápidamente, estalló un conflicto entre los órganos del Ejecutivo y unas organizaciones que, con el apoyo de la calle, rechazaban su legitimidad. La idea de unas elecciones presidenciales, que debían celebrarse a toda prisa, incluso antes de la revisión de la Constitución, se abandonó en favor de unas elecciones a una Asamblea constituyente.

A partir de marzo de 2011, Beyi Caid Essebsi dirigió el tercer gobierno. Este hombre del pasado, que fue primer ministro de Habib Burguiba, realizó una síntesis entre el pasado y el presente político. Marcaba la ruptura al calificar a Ben Ali de “traidor a la nación”, pero se enmarcaba en la continuidad de la historia política del Túnez independiente porque su misión consistía en continuar el proyecto modernista de Burguiba.

En ese año 2011 estallaría otro conflicto, el que enfrentaría a los tunecinos que apoyaban las ideas de Ennahda con aquellos a los que se tachaba, de forma bastante impropia, de modernistas. Los proyectos de unos y de otros parecían incompatibles, aunque el partido islamista Ennahda, que fue legalizado el 1 de marzo de 2011, ha evolucionado mucho. Su jefe, Rachid Ghanuchi, entendió durante su exilio en Londres que la participación de su partido en la vida política…

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