POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 133

Un proyecto para Europa

Jordi Vaquer i Fanés y Jordi Alberich
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La presidencia española de la Unión Europea va más allá de 2010: es una oportunidad para revisar las prioridades de España en Europa y el modo en que se gestiona nuestra participación en las instituciones comunitarias. El objetivo es una UE más ágil, fuerte y abierta.

España asume, por cuarta vez, la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea. A la vista de los resultados de las anteriores presidencias (1989, 1995 y 2002), de la participación a lo largo de más de dos décadas en la maquinaria europea y de su fuerte vocación europeísta, España cuenta con una sólida experiencia, recursos suficientes y probada capacidad política y diplomática para afrontar este reto con todas las garantías. La presidencia es una ocasión para imprimir a la agenda europea una huella propia, ocasión que tardará muchos años en volver a llegar.

Solía decir un diplomático español que, en la Europa de los Quince, España no acababa de encontrar su lugar. Había países pequeños ricos, contribuyentes netos, así como los había también pequeños pero relativamente pobres. Entre los grandes, sin embargo, no había ningún otro Estado «pobre»; España tuvo siempre dificultad en conciliar su condición de primer receptor de ayudas europeas con su vocación de Estado grande con intereses globales. Sin embargo, una Comisión Europea fuerte y la proximidad al motor franco-alemán le permitieron alcanzar algunos éxitos nada desdeñables, además de aprovechar ampliamente las oportunidades de crecimiento. ¿Qué decir de España en la Europa de los Veintisiete? Relegada de nuevo a una condición periférica, sin presencia o influencia notable en ninguno de los nuevos Estados miembros, en la última década España no ha fraguado con los nuevos socios grandes acuerdos ni alianzas estratégicas que pudieran compensar una evidente pérdida de peso relativo en la Unión ampliada.

La presidencia española de la…

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