POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 122

Unión Mediterránea: ¿bonitas palabras o buena idea?

Bichara Khader
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La iniciativa de Sarkozy de una Unión Mediterránea no convence ni a la UE ni a los países de las orillas este y sur. El gran proyecto exterior del presidente francés ha abierto un debate sobre la política de la UE hacia el Mediterráneo articulada en el Proceso de Barcelona.

Si hubiera que reconocer algún mérito a la idea de Unión Mediterránea de Nicolas Sarkozy, sería que es como tirar una gran piedra a un estanque: trastoca muchos comportamientos, cuestiona políticas, desafía a las instituciones; en resumen, reactiva el debate en torno al carácter central del Mediterráneo en la geopolítica de Francia y de la Unión Europea, y en torno a la adecuación de las políticas europeas a los retos de todo tipo a los que están expuestos tanto los países ribereños como los más alejados.

Aun antes de que la propuesta francesa esté apoyada por un proyecto definido, ya suscita asombro, sospecha, rechinar de dientes e incluso oposición feroz. El momento elegido para presentarla y la imprecisión de la idea respecto a su contenido, objetivos, vínculos con las políticas europeas en curso, financiación, valor añadido, puesta en práctica y la delimitación del espacio que se supone debe recorrer, plantean problemas.

¿Son estas razones para rechazarla como un “discurso quimérico”, una “fantasía francesa”, una “cabalgada en solitario”, por retomar algunos calificativos procedentes de las instituciones europeas o en los cenáculos de los especialistas? Si bien es necesario romper con esta molesta tendencia a multiplicar los discursos y los proyectos sobre el Mediterráneo, no todo tiene que plantearse en un “único marco comunitario”, como si se dijera “fuera de la Iglesia (la UE) no hay salvación”.

Desde el punto de vista de los diseñadores de la Unión Mediterránea, ésta se basa en un triple diagnóstico: agravamiento de la marginación del Mediterráneo…

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