Silencio, espiral digital en marcha

Myriam Redondo
 |  17 de octubre de 2014

Cuando nuestra opinión es contraria a la generalizada en las redes sociales, la ocultamos. Este mecanismo psicológico de protección se une a algoritmos digitales que priorizan los contenidos dominantes y termina condenando muchos temas a una espiral de silencio. El mundo reflejado por la Web no es el paraíso absoluto de la expresión minoritaria.

Para que todas las opiniones tuvieran el mismo peso en la Red habría que empezar por garantizar que se emiten sin censura o autocensura. Y eso se pensó: que la aparición de los foros digitales y las redes sociales incrementaría los debates abiertos y democráticos, así como la diversidad de fuentes, enriqueciendo el discurso público. En la información internacional, estas esperanzas eran aún mayores. Sin embargo, la institución estadounidense Pew Research Center publicó recientemente un informe que describe cómo algunas declaraciones pierden la voz en el circuito digital.

Elisabeth Noelle-Neumann formuló la teoría de La espiral del silencio en 1974: las corrientes percibidas como dominantes provocan un efecto de atracción que incrementa su fuerza, de modo que personas inicialmente contrarias a esas ideas terminan silenciando las propias para evitar el aislamiento. El papel de los medios es básico en el proceso: su agenda prioriza algunos temas y amordaza otros. Aunque los críticos pusieron en duda la validez de la formulación resaltando que el pasado de la investigadora podía haber pesado sobre el análisis (fue militante del Partido Nazi para cambiar después de afiliación política y ocultar aquella relación), la de Noelle-Neumann sigue siendo una teoría recurrente, aunque matizada por la importancia creciente de la comunicación interpersonal, para explicar los procesos de triunfo y fracaso de determinados contenidos.

El estudio de del Pew Research Center gira en torno a las filtraciones de Edward Snowden en 2013. Cuando este agente de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos contó al mundo que se espiaban los emails y llamadas telefónicas de ciudadanos y líderes políticos, la opinión pública norteamericana se polarizó. Un 44% creyó que Snowden había perjudicado los intereses nacionales y otro 49% que su acción era beneficiosa para el país. El centro de investigación americano consideró interesante analizar cómo se habían mostrado esas opiniones en Red.

 

Silenciando la discrepancia

Al igual que ocurre en el cara a cara, el estudio mostró que en Internet los encuestados preferían mostrar su opinión cuando pensaban que la audiencia estaba de su parte. Si la persona tenía la sensación de que sus contactos de Facebook estaban de acuerdo con él, se duplicaba la probabilidad de que participara en una discusión sobre este tema en esa plataforma. Las redes sociales funcionaban incluso como inhibidores orales: los usuarios de Twitter y Facebook estaban menos dispuestos que los otros encuestados a compartir sus opiniones en diálogos personales, y si notaban que dicha opinión disentía de las de sus contactos en estas redes, lo eran aún menos.

El análisis sugiere que “la espiral del silencio podría extenderse desde los contextos digitales a los contextos personales”. También puede significar que la amplia conciencia que los usuarios de redes sociales tienen de las mismas les podría convertir en personas más inseguras a la hora de expresarse porque están especialmente sintonizados con las opiniones de aquellos que les rodean.

Aunque el Pew Research Center reconoce que los datos que obtuvo no permiten demostrar definitivamente una relación causa-efecto, esa adhesión casi inconsciente a la opinión general es consistente con otros trabajos anteriores del centro y con estudios de otras entidades. Tras analizar seis millones de tuits, un grupo de investigación de la Universidad Jiaotong (China) concluyó que cuando una idea se hace con el dominio de un debate en Twitter es muy difícil modificar la tendencia después. Otra investigación de Gi Woong Yun y Sung-Yeon Park apunta también a la autocensura que pesa en nosotros cuando publicamos mensajes en los foros.

 

Algoritmos y neutralidad

La presión psicológica para ocultar opiniones minoritarias se une al funcionamiento no equitativo de algunos algoritmos. “A medida que construimos nuestros perfiles en línea basados en lo que ya sabemos, en lo que nos interesa y en lo que nos recomiendan, las redes sociales están perfectamente diseñadas para reforzar nuestro sistema de creencias. Los espacios personalizados, optimizados para interactuar con los demás, priorizan los contenidos que probablemente generen un mayor tráfico; cuanto más hagamos click, compartamos, pongamos me gusta, mayor será el seguimiento a la participación en el servicio”, dice Gilad Lotan en un análisis para Global Voices sobre la propaganda personalizada a la que terminó sometido el usuario en la última operación de Israel en Gaza. Siguiendo las pautas de nuestra propia navegación, el contenido que nos incomoda es filtrado y deriva en sordera: no escuchamos los argumentos ni las visiones de la parte con la que no estamos de acuerdo.

Aspectos relacionados con la neutralidad de la Red también están alterando las noticias que nos llegan. Se ha estudiado el caso de las revueltas en Ferguson tras la muerte a manos de la policía de un muchacho de color. Según la profesora de la Universidad de Carolina Zeynet Tufekci, mientras Twitter catapultó la noticia, en Facebook se silenció: los distintos algoritmos empleados por estas redes sociales para destacar unos asuntos sobre otros determinaron la atención prestada a la noticia.  Por eso es tan importante el debate sobre el control y la neutralidad de la Red, es decir, sobre la necesidad de que todos los contenidos encuentren las puertas igual de abiertas dentro de ella.

 

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